La oscuridad del miedo y el regreso a la locura de la violencia ciega y sorda, negación de diálogo entre el sonido y la furia. La misma historia narrada por un idiota. Es el eco de los balazos y lamentos de Nochixtlán, Oaxaca. Sí, en la tierra de Benito Juárez, indio, estadista, el de la Reforma con mayúscula y la restauración de la República, el de la afirmación tajante: “El triunfo de la reacción es moralmente imposible”. Ahí se reunieron el viernes pasado los tata mandones municipales, en el amargo silencio de la represión que hace resonar con tonalidades de réquiem la dulce nostalgia de la Canción Mixteca.

Antes de la presencia, de la protesta bastón de mando en mano, los 32 munícipes hicieron pública una carta, un manifiesto en defensa de la razón, de condena a la estulticia que rechaza todo diálogo que no sea concesión sumisa a la voluntad del poder. “Hoy levantamos la voz con indignación ante la voz que sale de la Secretaría de Educación Pública, institución que una y otra vez provoca, agrede (y) amenaza; insensible, sorda ante el diálogo, e incita al descontento, a la rebelión”. Y los mixtecos se dirigen a los maestros de la marcha sin fin: “Profesores, no estamos contra ustedes. Sin embargo (...) la lucha por la justicia social no implica violencia, no significa paralizar, dañar a los transeúntes, a los campesinos, a los estudiantes”. Y les piden se unan pa’exigir al Presidente de la República y actores involucrados el cese “a la ola de violencia con ese rostro, porque la violencia del abandono y la pobreza la vivimos a diario”.

Ocho muertos a balazos en la incomprensible agresión armada; respuesta, argumenta incomprensiblemente el jefe de los policías federales, a una ”emboscada” en la que cayó el personal que no portaba armas de fuego. ¿De dónde salieron y cómo llegaron a manos de los que dispararon ráfagas a la multitud de pobladores de Nochixtlán? Al levantarse la humareda, ocho cadáveres de “civiles”, de oaxaqueños no combatientes ni en los encuentros de barricadas, garrotes y piedras: expresión de la incapacidad oficial de imponer el orden y la insensatez de disidentes empeñados en un combate de exhibicionismo constante que asusta a los que viven encerrados en oficinas de lujo neoliberal que ve populistas donde veían comunistas sus predecesores. Del cesarismo sexenal a la oligarquía infamante.

Réquiem para un infante enviado al despacho de José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. A eso han reducido la tragedia de los ocho muertos entre los que no hubo un solo maestro, ni un solo policía estatal o federal. Ni siquiera han puesto sobre la mesa del diálogo nacional el plan de estudios y los programas docentes de la reforma educativa, reducida al orden administrativo y a la recuperación de la rectoría estatal. El diálogo se lleva a cabo en Bucareli. A pesar de que Aurelio Nuño había declarado solemnemente que sería sobre política y no sobre educación. Política es la educación pública, gratuita y laica que define la norma constitucional; en el artículo tercero se define a la democracia en nuestra República, antes y mucho más allá, del vuelco finisecular y la obsesión oligárquica con los populismos que brotan y hacen temblar a la globalidad.

Pequeñitos, tamañito así, se han visto los actores de la pluralidad de partidos y los gerentes de los dueños del dinero, empeñados en escenificar pésimas puestas en escena del futurismo de la era del partido hegemónico y el Presidente árbitro de última instancia. Electoral y de las otras. Aurelio Nuño abandona la cercanía que da influencia para salir a escena y asomarse a la terca realidad: Ahí está el sucesor de Enrique Peña Nieto, entonó el coro de la sicofancia y los intelectuales inorgánicos.

¿Por qué no? Si aquí no han cambiado más que las chaquetas de los que hacen como que hacen política; si hay quienes quieren convencerse y convencer a la mayoría que Ricardo Anaya podría ser el candidato del PAN, que Miguel Ángel Mancera saldría del limbo para serlo de la izquierda que se diluyó en el centro inane. De Andrés Manuel López Obrador, ni hablar. Candidato a perpetuidad, dirían los otros que suben al púlpito a predicar el bien condenar públicamente a los corruptos de la mafia, mientras no hagan acto de contrición y se declaren militantes y/o fieles de Morena. El de Tabasco estará con nosotros siempre, como los pobres de la sentencia bíblica.

Y los del hambre, a quienes el otrora partido de la revolución pone a cargo del elegante diplomado del ITAM, de la UNAM y de Yale, José Antonio Meade Kuribreña; secretario de Desarrollo Social y ex secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Enrique Peña Nieto; secretario de Energía y secretario de Hacienda en el interregno panista. “A man for all seasons”, dirían los de la oligarquía mexicana en el verano de nuestro descontento, de la desigualdad manifiesta ya no únicamente en la concentración de la riqueza, sino en la expresión chic de la protesta callejera como arma política.

En la ley para combatir la corrupción de funcionarios, empleados, legisladores, gobernadores, ediles, jueces y, desde luego, presidentes de la República, se incluyó la ya muy afamada 3de3 que les impone la obligación de hacer públicas las declaraciones fiscales, de bienes, y toda amistad o parentesco que aliente sospechas de conflicto de interés. Los activistas académicos obtuvieron más de medio millón de firmas para incluir la imposición de hacer público lo que ya era obligado entregar a las autoridades competentes. Tanto celo despertó a los adormilados senadores y diputados: hacen falta dos para bailar el tango; para saquear el erario hace falta la complicidad de un funcionario público y un empresario privado, cuando menos.

Y los elegantes operadores del capital privado se bajaron de la banqueta, “tomaron” las escalinatas del Monumento a la Independencia y exigieron se corrigiera el abuso. Senadores y diputados volvieron a ponerse de hinojos; el consejero Jurídico de la Presidencia corrigió lo que era de su autoría y Enrique Peña Nieto ejerció la facultad de veto que le otorga la norma. Años de protestas, marchas, confrontaciones violentas y muertos entre los de abajo que reclaman el diálogo interminable. Y unos minutos a la intemperie bastan a los oligarcas para que cedan los legisladores y el Ejecutivo exente a los empresarios de la 3de3.

Todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros. “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido...”.

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