Con la fatalidad de las crisis económicas recurrentes, se encendieron las cenizas del combate ritual y violento de los disidentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y las autoridades constituidas del Estado mexicano que se rehace y se deshace. Hay dirigentes de la Coordinadora encarcelados y ya no sólo hay bloqueos de carreteras, sino de ferrocarriles y aeropuertos. El flamante secretario de Educación adopta poses de firmeza inconmovible y pronuncia discursos de retórica antañona en tono de modernidad que no alcanza a ocultar el papel de delfín puesto a prueba en los infinitos conductos de una comunicación masiva que evade lo social.

Aurelio Nuño Mayer repite que la ley es dura pero es la ley. Y una vez restaurado el control del sistema educativo de Oaxaca, se pudo avanzar a grandes pasos en la evaluación y en los despidos a todo maestro que se ausente del salón de clases para incorporarse a las marchas de protesta, que los disidentes han dado en asegurar son en defensa de la educación pública. Aunque, seguramente por el mareo de las vueltas y revueltas, tanto los oficialistas como los insurgentes evaden la condición laica que la norma constitucional impone a la educación. Digamos que a ambos se les ve debatir una presunta privatización oculta en las reformas del Pacto por México y a cuya imposición se oponen los maestros defensores del pueblo. Combates rituales en los que se han llegado a confundir los combatientes.

Pero así fueran guerras florales, las marchas, los bloqueos, los choques entre policías y manifestantes se adaptan a la fiereza de la lucha de clases y al pragmatismo cínico del sistema plural de partidos que se devoró a sí mismo. Y sin que apenas se hable de la ausencia de los cambios y adaptaciones en lo educativo, en lo docente la reforma constitucional es un hecho y la vorágine combativa de intereses en juego pospone para las calendas griegas la presentación y puesta en marcha de un sistema y metodologías educativos capaces de sacar a la inmensa mayoría del pantano en el que la desigualdad la ahoga. ¿Podría el señor secretario de Educación anticiparse a las reglas de un sistema métrico sexenal borrado por el cambio de milenio y manifestar abiertamente su decisión de contender por la candidatura presidencial?

Porque al otro lado del vacío ideológico, la ambición de poder y la pasión de mandar, decía Gregorio Marañón del Conde-Duque de Olivares, han puesto a Miguel Ángel Mancera ante la confusión mediática de la era en la que utilizan el verbo cuestionar cuando quieren simplemente preguntar. Y con gesto imperial de la colonia Roma, el jefe de Gobierno de la CDMX, padre putativo de la Constitución a cargo de constituyentes nombrados por él mismo, por el titular del Poder Ejecutivo de la Unión, por legisladores y sabios constituyentes o metafísicos también nombrados en las alturas, Mancera se declaró candidato a la Presidencia. Ni del PRD, ni de partido alguno, por ahora; tampoco independiente, aunque dice que en todo México ven con simpatía su aspiración y su persona.

Arde el país. Miles de uniformados contienen la marcha de maestros de la Coordinadora, a los que aseguran se han sumado organizaciones sociales urbanas, rurales y del Limbo en el que millones sobreviven al hambre, al desempleo, a la inseguridad material y de salud. Pero los que hacen como que hacen política no cruzan el Rubicón y lanzan los dados; juegan a la perinola con la intención abierta de que aparezca en el juguetito la leyenda: ¡Todos ganan! El dirigente panista Ricardo Anaya exhibe el gozo de vencedor y sonríe beatíficamente; no con el dedo flamígero del autoritarismo presidencial, sino como el ángel portador de buenas nuevas para la señora de Felipe Calderón. Y ve reflejada su propia imagen en el espejo.

En el gabinete presidencial nadie se mueve; respetan los tiempos. Ya pasaron la mala hora de las elecciones de 2016 y saben que con las vueltas del tiempo vendrá la elección de gobernador del Estado de México. Es mucho el disgusto social entre la población del país entero; y la desconfianza. Pero es corta la memoria de los electores en la democracia sin adjetivos. Eruviel Ávila son-
ríe frente al árbol de la vida. Y ya no hay marchas contra la reforma petrolera. En Monterrey se reúne el Congreso Mexicano del Petróleo con la vista en el sureste y se anuncia que a fin de año la ciudad de Campeche será sede del evento. Ocasión para que el gobernador Alejandro Moreno Cárdenas dijera que la entidad es la más segura, con ubicación estratégica, infraestructura portuaria, normas claras y simplificación de trámites para la inversión.

No todo el monte es orégano. Miguel Ángel Yunes será gobernador de Veracruz durante casi dos años, tiempo suficiente, dice, para meter a la cárcel al todavía gobernador Javier Duarte. Dan fruto las amargas semillas de la desolación y el disgusto social. No todos los indiciados en el clima de linchamiento político son del PRI. En Sonora es prófugo de la justicia el ex gobernador Guillermo Padrés Elías, el panista que mandó construir una presa en su rancho y dejó sin agua a los yaquis. Ebrio de poder y Bacanora, decían de los caciques rústicos y rapaces de cuando la Revolución degeneró en gobierno. Hoy son curros, mochos de moches, caciques depredadores de la era del capitalismo financiero. Y de cualquiera de los partidos de la pluralidad despojada de ideas, de ideologías, de vocación de servicio.

Tantas vueltas y revueltas para presumir de estabilidad. No asiste la razón a los dirigentes magisteriales de la Coordinadora. Pero hay larga sequía en el llano y han vuelto a empuñarse la antorchas. Lástima. Con el Nuevo Sistema de Justicia Penal, podríamos intentar dejar atrás la maldición escrita en los muros de nuestras prisiones: “En este lugar maldito/ donde reina la tristeza,/ no se castiga el delito,/ se castiga la pobreza”.

Aquí, donde los administradores de la riqueza concentrada en el uno por ciento de la población “toman” las escalinatas del Monumento a la Independencia para demandar que se les excluya de las obligaciones que fija a los funcionarios públicos la “ley anticorrupción” que se promovió en esas alturas.

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