La otra noche acabé de leer el más reciente libro de Diego Enrique Osorno: Slim. Biografía política del mexicano más rico del mundo. Es un libro espléndido: un verdadero texto periodístico, ultradocumentado y en el que Osorno en ningún momento se salta su labor de testigo para imponer al lector una visión de Carlos Slim.

Con una primera edición ya agotada que pronto se reeditará (no sólo en español, sino en varios idiomas, el primero será coreano), la biografía —que tardó en reportear Osorno siete años— tiene lo mejor de ambos mundos: incluye una investigación exhaustiva detrás de cada párrafo y también acceso a la propia voz de Slim quien accedió a ser entrevistado varias veces. Y él contradice o corrobora algunas de las cosas que le pregunta Osorno.

Así, nos enteramos por ejemplo de que Slim tuvo un hermano mayor, Julián, quien perteneció a la mítica Dirección Federal de Seguridad en tiempos de Miguel Nazar Haro. Aunque Diego reporteó algunas menciones sobre él, sigue siendo un misterio. Renunció tras el asesinato de Manuel Buendía. Su hermano lo llama un hombre honesto que incluso tuvo que vender propiedades para mantenerse. Dos de sus hijos, Héctor y Roberto Slim Seade son parte cercano de su equipo.

De hecho, no es un secreto en México que la familia del empresario es muy cercana (se siguen reuniendo cada semana, una de las razones por las que tuvieron que convencer a Slim de que entrara a Telmex, sí, leyó bien, fue que no estaba seguro de querer que su vida cambiara: tan seguro estaba del éxito) y han heredado en vida de su padre o tío responsabilidades en las empresas. También que son de los pocos hijos de muy ricos en México que no sólo son discretos, sino que trabajan, son sencillos como su padre y no forman parte del desastroso mirreynato mexicano.

Slim dice que vota por el PRI para Presidente (de hecho perteneció a un comité para recaudar fondos para campañas, aunque él dice que sólo se reunieron una vez) y por el PAN para el Congreso. Pero, ¿apoyó a Andrés Manuel López Obrador? Los hechos parecen indicarlo así, pero no lo corrobora. ¿La acusación de gente cercana al gobierno de Felipe Calderón de que trató de hacer casi un “golpe” para que no asumiera la Presidencia? Él lo desestima.

Son muy interesantes las declaraciones que dan de él Bernardo Gómez y Alfonso de Angoitia. Sobre el papel que él jugó —y también Ernesto Zedillo— cuando Emilio Azcárraga Jean al fin se quedó con el control de Televisa… y sus posteriores enfrentamientos con Slim por el mercado de las telecomunicaciones.

“Fíjate en lo que controla ese hombre (Slim, le dice Gómez a Osorno). A él nadie lo toca y a Televisa, si tú abres una síntesis informativa, todos los días critican a Televisa. ¿Eso es poder? Me rindo. Si es poder, me rindo. ¿Poder? Carlos Slim. ¿Quién lo toca con el pétalo de una rosa?”.

¿Puede ser el hombre más rico del mundo, en una sociedad tan desigual como la mexicana una buena persona?, es una de las preguntas básicas que alentaron a Osorno a investigar a este miembro de la élite que, por cierto, no es la línea usual de investigación del reportero y documentalista que más bien se ha centrado en investigar temas muy espinosos de otro tipo como el narco. Le hablé para hacerle esa pregunta.

“La contestaría desde su filantropía”, dice Osorno, medido. “Desde su fortuna y lo que México le ha dado. Si se puede medir de alguna forma, con un indicador real, la generosidad de una persona es esa”.

¿A qué se refiere Osorno? Lo documenta en su libro. Si bien Slim tiene varias fundaciones filantrópicas, su enfoque en todas sigue siendo la de un empresario que ve que de esas donaciones algún provecho hay que sacar. Salvo unas tres documentadas excepciones…

Una de las pruebas de fuego del libro para ser leído en México, sería si Sanborns (que es la mayor librería en el país, de la cual es dueño Slim) lo vendía. Sí, compró 900 ejemplares; un tiraje ya colocado.

¿Leyó el libro Slim, se lo ha comentado?, le pregunto a Osorno. Dice que sabe que sí, él o alguien cercano porque todo libro se entrega en pdf a esa cadena de librerías un mes antes de sacarlo para que decidan si lo llevan o no. La última vez que lo vio (cuando le regaló muy sonriente un libro sobre Sophia Loren), le reconoció su profesionalismo y esfuerzo, aunque algunas de las preguntas no le gustaron.

Ayer comparecieron ante el Senado los seis candidatos y candidatas a los dos lugares que pronto dejarán en la Suprema Corte de Justicia Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza.

Como la columna ya está muy larga, sólo comentaré el papelazo el que hizo Alejandro Gómez Sánchez, procurador del Estado de México, uno de los candidatos.

En lugar de comparecencia parecía defensa de su trabajo. ¿A quién se le ocurrió nominar a la Corte a alguien que tiene que aclarar que sí combatió los feminicidios, que sí investigó Tlatlaya? Francamente no entiendo la inclusión de su persona en la terna que mandó EPN a menos de que le guste que cuestionen sus decisiones o que sea tan, pero tan soberbio, que le valga gorro cualquier opinión.

Ella lo dijo:

--Se tardó en agredirme, algo habrá visto en las encuestas. Las mujeres en México hemos buscado un espacio propio, un lugar con nuestros propios atributos y propias carreras, y parte de lo que nos hemos enfrentado es a esa falta de reconocimiento, a esa mentalidad de que somos extensión de alguien y no lo somos: Margarita Zavala. Al rechazar ser “extensión” de su esposo, Felipe Calderón, como lo dijo AMLO.

Nuevo revés le dio la Suprema Corte de Justicia de la Nación a Rafael Moreno Valle.

Ayer, con el voto de 9 contra dos, los Ministros declararon inconstitucional el requisito que la ley electoral había impuesto a los candidatos independientes: que cada ciudadano que avalara dicha candidatura, acudiera personalmente ante el órgano electoral. También los ministros invalidaron la reforma en la cual se solicitaba a los candidatos el apoyo del 3 por ciento de apoyo de registro del padrón electoral.

De no haber invalidado el requisito de que cada militante acudiera personalmente, tendrían que acudir 12 mil 600 personas.

Para ponernos a pensar. Son números que arroja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, en el informe Panorama de la Educación 2015: en México el 25 por ciento de jóvenes entre 20 y 24 años están en condición de “ninis”, es decir, que ni estudian ni trabajan.

No son números halagadores. La cifra creció con respecto a hace tres años, cuando el porcentaje alcanzaba el 22 por ciento.

Sino que el promedio general de la OCDE de población “nini” es de 18 por ciento.

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