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Algunos dirán que estamos a un paso de aplicar el “reloj parlamentario” que permite que el tiempo se congele a voluntad de los legisladores y que ya ha sido utilizado en algunos otros momentos de la historia del país.
Quizá no tanto: pero el hecho es que, al no haber acuerdo aún sobre el Reglamento Interno que regirá la Asamblea Constituyente (y que decide todo) la “Mesa de Decanos” acordó interpretar que aún hay tiempo para hacerlo.
¿Cómo? Le explico: en la Reforma Política del DF (apartado F, del artículo noveno transitorio) dice que para aprobar el reglamento se tenían dentro “de los diez días siguientes a la instalación de la Asamblea”, pero se acordó interpretar que son días laborables.
Así, aunque la Asamblea se instaló el 15 de septiembre, el primer día laboral tras ello (recuerde que hubo puente) fue el 19 y hay hasta el viernes 30 para aprobarlo y no hasta este domingo 25. Esto último, la aprobación del Reglamento, debe ser en el Pleno, por el voto, como todo, de dos terceras partes…
¿Y cómo va la negociación del Reglamento? Para llegar a una propuesta única de Reglamento se acordó y votó en el Pleno del martes 20 de septiembre designar a un grupo de diputados que, en nombre de distintos grupos, negociarían una propuesta de Reglamento.
Hay, entiendo, muchas propuestas de reglamento: uno del PRD, otro de Morena, del PRI, del PAN… y hasta un método para negociarlo de Esthela Damián.
Dado que es un papel de la “Mesa de Decanos” conducir el trabajo para la negociación del Reglamento, ésta responsabilidad recayó en Porfirio Muñoz Ledo, quien, para acabarla, también llevó su propuesta de Reglamento.
¿Qué contiene exactamente cada una de las propuestas y cuáles son las diferencias? ¿Por qué hay problema en llegar a acuerdos?
A ciencia cierta no lo sabemos, aunque las propuestas, me parece, deberían ser públicas; la mayor parte de contenido de lo que discutiremos ahí debe serlo, conforme a principios de Parlamento Abierto.
Así lo pedí yo al menos en el Pleno el pasado martes 20. Hasta el momento (en lo que se arguye como un problema de logística hasta donde he entendido) no se ha hecho.
Verá, querido lector, lectora, muchas cosas en esta Asamblea Constituyente no están pensadas a detalle.
En parte porque la reforma política no precisa muchas cosas para este proceso único. También es que no hay una partida presupuestal clara para trabajar, con base en la cual se pueda contratar a personas encargadas del trabajo por lo que dependemos, por más que suene esto bizarro (por usar una palabra suave) de la buena voluntad, por ejemplo, de convenios —sin dinero de por medio— con el Senado o con la Cámara de Diputados.
Es obvio que el Senado o Diputados privilegiarán su propio funcionamiento al de la Asamblea Constituyente, entonces, por ejemplo, aún el mini sitio web que está alojado en la página de la Cámara de Diputados (http://www.diputados.gob.mx/asambleaconstituyentecdmx/) no contiene información completa. No tiene ni cargado el Proyecto de Constitución Política de la Ciudad de México aunque hay un botón para ello.
Aun así sabemos que hay temas con los que se ha atorado la discusión. Uno es sobre la creación de “grupos parlamentarios” por partido o bien por otra afinidad. Y cuántas personas podrán integrarlo, como mínimo.
Otro tema es el famoso derecho de “iniciativa”. Aquí, de nuevo, hay que tomar en cuenta que es una Asamblea sui generis: sólo hay una “iniciativa”, nombrada como tal, la de Miguel Ángel Mancera, que se considera un punto de partida de la discusión. No puede haber más “iniciativas” propiamente, pero por supuesto que los y las constituyentes pueden proponer reformas, adiciones al texto presentado por el jefe de Gobierno.
También está en discusión el número de comisiones, que va desde 8 o 9 (al menos una por título) hasta menos, 4 o 5, y a cuántas comisiones puede pertenecer, con voz y voto, cada constituyente.
Otro tema es cuándo se debe reunir el Pleno. Está en juego desde qué días (Morena insiste en martes y jueves, también para forzar a diputados y senadores designados a optar entre uno y otro cargo, como ha sido su argumento) y también si se puede reunir sin tener dictámenes antes en comisiones.
Espero que sí quede en reglamento todo lo relacionado con accesibilidad para personas con discapacidad como he propuesto y en la que insistí, vía correo, con todos los integrantes de la comisión.
Hoy, domingo, se vuelve a reunir la comisión. En la semana debe haber acuerdos.
¿Y los recursos para el funcionamiento del Constituyente? Aunque todos los y las constituyentes aceptamos participar en el proceso de manera honoraria, sin recibir sueldo o dieta alguna, para que el Congreso funcione creo que sí debe haber algún presupuesto.
Pero es algo que tampoco se sabe aún.
El pasado 17 de agosto, durante la firma del Convenio para el uso de la Casona de Xicoténcatl con Roberto Gil Zuarth aún como presidente del Senado, el jefe de Gobierno dijo públicamente —o dio a entender— que sí habría un recurso, pero que aún no podía decir cuál.
El uso de Xicoténcatl (que pertenece al Senado) no tiene costo: fue cedido pero también privilegiando el funcionamiento, primero, de su propia Cámara. Por eso entró al quite, poco antes de la instalación, también personal de la Cámara de Diputados, a quienes les avisaron, literalmente, un día antes.
En el chacaleo al salir de la firma del Convenio, Mancera no precisó ni de qué partida presupuestal se destinaría al apoyo a la Asamblea Constituyente, ni de cuánto consistiría tampoco. “Habrá una disposición, una partida presupuestal para ejercerlo conforme se requiera… No tengo en este momento una cifra. No quisiera darles yo una cifra aventurada”, dijo Mancera ese día.
Un mes y días después seguimos con la misma incertidumbre. Creo que es necesario que se clarifique si habrá dinero o no para su funcionamiento. Si lo hay, cuánto es, que se transparente de manera absolutamente clara y que se dé en calidad de equidad entre todos los y las constituyentes, de todos los partidos.
Si no es así, cada partido, supongo, podría también decir de qué manera apoyará a sus constituyentes, pero también debe ser de manera clara, con base en sus propias prerrogativas que de todas maneras deben reportar según la Ley de Transparencia.
De las críticas al anteproyecto. Esta semana participé en una mesa de debate que organizó Carlos Loret de Mola en Despierta con tres personas: Jaime Cárdenas, constituyente de Morena; Jorge Chávez Presa, economista y candidato del PRI que no llegó a la Asamblea y yo.
Fue interesante escuchar de Chávez Presa (quien también lo escribió en EL UNIVERSAL) algunas críticas al anteproyecto de Mancera. Se suma a su punto de vista otros que he leído, como un texto de Leo Zuckermann escrito con mucha ironía, o críticas de Luis Carlos Ugalde. Sin duda habrá muchas más.
Dicen que el proyecto es largo, extenso, reconoce demasiados derechos, crea demasiadas instituciones… que es algo imposible de cumplir. ¿De qué sirve una Constitución incumplible?
Chávez Presa en el programa decía que “cada palabra” de la Constitución cuesta. Quizá tiene razón: pero en el México real, también, cada palabra, cada condición de no discriminación, que no está mencionada claramente también le cuesta a ciudadanos que no puedan ejercer sus derechos. Así pasa con las personas con discapacidad y otros grupos. Todos no somos todos aún.
En este país todos los días a la Constitución y a los tratados internacionales los mata la ventanilla, el reglamento, el juez que no interpreta de la manera más amplia posible (como puede). Se niegan derechos todos los días. Y a veces no es cuestión sólo de dinero.
A mí también me gustaría una Constitución mínima, general, que sea entendible por todos, que se desarrolle luego en leyes constitucionales y secundarias. Pero sé que esto es contrario, también, a lo que quieren muchos que tienen una mayor esperanza de que puedan ejercer sus derechos si sus causas son nombradas.
También creo que la Constitución debe servir para decir en qué Ciudad queremos vivir, a imaginarnos cómo debe ser…. aunque aún no haya los recursos para ello. Para que empuje a hacer esfuerzos para que los haya.
Es, sin duda, una de las discusiones que estarán presentes —el minimalismo o maximalismo de la Constitución— a lo largo de toda la deliberación. Sin duda habrá cambios; recuerde que se necesitan dos terceras partes para aprobar.
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