Hace cuatro años, en plena campaña de 2012, fui testigo (junto con un grupo de organizaciones de personas con discapacidad) de la firma de los “compromisos” de Enrique Peña Nieto con el sector. Fueron sólo 7 (del total de 266 que hizo) de los cuales, la verdad, muchos están en entredicho pero hay uno que desde la semana pasada, de plano canceló voluntariamente.

El Presidente no piensa cumplir con su “te lo firmo y te lo cumplo”. ¿A cuál me refiero? Al tercero que dice… o decía:

“3. Incrementar el Fondo para la Accesibilidad en el Transporte Público para las Personas con Discapacidad y vigilar su correcta aplicación”.

En este proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de 2017 (que acaba de mandar) no solo no lo amplió, sino que lo puso en ceros. Adiós al Fondo para la accesibilidad al transporte público.

Sí, es cierto que los estados hacían lo que querían con el fondo (para mal, sin transparencia, además) pero también parte de su compromiso fue “vigilar su correcta aplicación”.

La accesibilidad para personas con discapacidad, sólo les recuerdo, es un derecho llave a otros. Si no se pueden mover, ¿cómo llegan a la escuela, al trabajo, al hospital, o a levantar una queja porque alguien, como un Presidente, no cumple sus compromisos?

Espero que el Congreso corrija esto. Que ayude al Presidente a cumplir sus promesas. Y no por él, sino por las personas con discapacidad que lo necesitan. Por las que ya están y en las que todos nos convertiremos —sí, usted y yo— cuando seamos adultos mayores. ¿Por qué es tan difícil darse cuenta de que todos vamos hacia la discapacidad?

Andrés Manuel López Obrador lo hizo otra vez. ¿Qué? ¿Contradecirse? ¿Volver a ser amoroso? ¿Encabezar de nuevo las encuestas de preferencias electorales? No, me refiero a que volvió a demostrar que es el rey del lenguaje visual.

Le explico: expertos en comunicación social dicen que los políticos (también las personas públicas) tienen que aprender a hablar en un lenguaje que se pueda imaginar, que se “vea”, que apele, también, a sentimientos. Un ejemplo clásico es que no es lo mismo decir “vivienda” que “casa” u “hogar”. Puede ser que en un discurso pudieran manejarse como sinónimos, pero sin duda no lo son.

No hay nadie mejor en el rubro que el presidente de Morena, creo.

El creador de “frijol con gorgojo” (sin duda creación máster) y el avión “que no lo tiene ni Obama” entre muchas otras frases ahora tiene un nuevo spot, el que llama a una “rebelión en la granja” en el que acabará con la corrupción y la violencia de manera pacífica. Él vestido de impoluto blanco, por supuesto.

Critica AMLO:

—Se pasan, usan dinero para comprar lealtades, engañan, compran votos, trafican con la pobreza de la gente, por eso pueden postular a una vaca o a un burro y gana la vaca o gana el burro. Son lo mismo: fulanos y menganos; puercos y cochinos; cerdos y marranos…

Deje usted a un lado que hay un libro famosísimo llamado justo así: La rebelión en la granja, de George Orwell, escrita en 1945.. Y sí aquí se plantea justo esa idea: ante el terrible manejo de la granja y la desigualdad un cerdo sabio plantea la rebelión. Igual pacífica y con igualdad de condiciones para todos.

El problema es que (alerta, spoiler) el inspirador cerdo mayor muere; y hay un enfrentamiento entre dos de sus más cercanos colaboradores que terminan convirtiendo el sueño en una tiranía brutal.

Que conste que él puso el símil en la mesa. A mí no se me ocurrió que Orwell lo escribió como una critica satírica a la corrupción del socialismo stalinista en Rusia.

Eso sí, para la gente que no lo ha leído (que sin duda en este país serán la mayoría) se quedarán con la imagen del político cerdo, cochino, marrano… La mafia del poder que postula a la vaca o el burro y gana. Ni modo. Quizá no es el mejor ejemplo con un nivel de lectura de clásicos básica.

Pero no le quita a AMLO que es un experto en el lenguaje visual. ¿Cómo olvidar grandes éxitos cómo “Cállate, chachalaca”. O “La mafia en el poder” (Fx: Música de El Padrino). Hasta el famoso “lo que diga mi dedito” de sus conferencias de prensa de madrugada cuando era el PG de gobierno del Distrito Federal…

También el cariñosísimo “Los quiero desaforadamente” que dijo en abril de 2005 cuando en pleno Zócalo estaban a punto de aprobar justo eso, su desafuero. O en septiembre de 2006 cuando, en la crisis postelectoral del triunfo por 0.56% de los votos dijo: “Que se vayan al diablo con sus instituciones”.

Un adolescente vestido con un pantalón caqui y una camiseta negra con amarilla se para con los brazos abiertos frente a una triada de automóviles que se le acercan: dos camionetas y una patrulla. Tras de los coches, una manta: “Frente Nacional por la Familia” y cientos o miles de personas atrás.

La fotografía, tomada por Manuel Rodríguez en Celaya, Guanajuato el pasado sábado 10 de septiembre remite, irremediablemente, al hombre chino que se enfrentó a los tanques en la Plaza de Tian’anmen, en 1989.

Tendrá unos 12 años ha contado el fotógrafo. Cuando le preguntó porqué lo hizo respondió: “Tengo un tío que es gay y no me gusta que lo odien”.

Estas marchas –este sábado hubo algunas, habrá más el próximo día 24-- dicen que no “odian”, pero sí rechazan, desacreditan, critican, llaman “antinatural” otras formas de ser de ciudadanos como usted y como yo. Rechazan la realidad: en México hay muchas formas de hacer familias… ¡ni siquiera son recientes! Menos del 65 por ciento de las familias en México son “tradicionales” de padre- madre- hijos. ¿Por qué es tan difícil respetar que cada quien puede hacer su vida con quien ame, que la ley nos debe proteger a todos?

Insisto: algún día veremos estas manifestaciones como ahora vemos las marchas de blancos negando derechos a afroamericanos. Y no falta mucho (espero).

Un abrazo a ese chico donde quiera que esté.

katia.katinka@gmail.com

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