La oferta de ver conciertos de rock con óptima calidad en imagen (en grandes pantallas dotadas de 4K y barras de sonido) se está volviendo la mejor opción para ver una infinidad de conciertos de grupos que nunca ha traído Ocesa y que, como dice don Teofilito, ni traerá. Los ejemplos abundan: Tom Petty & The Heartbreakers, The Kinks o Brian Ferry (Roxy Músic) por citar algunos cuantos; aunque este último, adalid del Glam Rock, estuvo a punto de concretar el sueño de muchos, al ser programado tentativamente para el Auditorio Nacional, cuando la lógica elemental de conciertos era comenzar primero por el Metropólitan.
Las opciones son tantas en Blu-ray que uno pensaría en un una gran cantidad que habría que desembolsar. Sin embargo, la realidad, clonación mediante, le permite al fan lidiar con poco dinero para agenciarse no sólo lo básico sino hasta lo aparentemente inalcanzable que, aparte no figura en el catálogo de las tiendas Mixup, cada vez más venidas a menos. Por eso un paseo por los terrenos donde Morgan y sir Francis Drake suelen hacer de la suyas, en beneficio de los más desposeídos del rocanrol, resulta no sólo reconfortante para el gusto y el bolsillo sino hasta para toparse con la sorpresa inesperada.
Siempre a las vivas, el bando que opera en la bahía de Tampa acaba de poner a disposición del fan el más reciente concierto de Iggy Pop (Post Pop Depression), filmado en el Royal Albert Hall. En ese sagrado lugar roquero británico, el que acaba de abrir los conciertos de los ya muy previsibles metaleros de Metallica luce como lo que nunca serán los californianos: un dios del rock, acompañado de una banda de profesionales (Joshua Home, Dean Fertita, Matt Helders, Troy Van Leeuven y Matt Sweeney) que en más de dos horas hacen que cada libra pagada esté más que justificada en un gran concierto. El precio “compa” en Blu-ray, es una ganga, hasta para el bolsillo más golpeado después del metallicazo en el Foro Sol.
Otra maravilla inesperada son cinco de los siete Blu-Rays que forman parte de la caja pinkfloydiana lanzada a precio de “hay que chingarse”, cuyo monto total ha puesto a temblar por igual a la legendaria banda inglesa, que a sus fans más recalcitrantes a la hora de pagar por el paquete del “The Early Years”: 1965-1967 Cambridge ST/ATION, 1968 Germin / Ation, 1969 Dramatis / Ation, 1970 DEvi / Ation, y el 1971 Reverver / Ation. Los bucks no le dieron importancia a los dos rockus de Floyd, porque afirman que no son negoció, como los demás.
Y para todos parece que hay, sin discriminación de géneros, que aceptan de todo. Por eso también son estrenos de primera necesidad roquera los de Extreme (Pornograffiti Live 25), Waken 2014, de Kreator; Joe Bonamassa (Live at The Greek Theatre), Deep Purple (California Jam 1974), Echoes (Barefoot To The Moon: An acustic Tribute to Pink Floyd), Def Leppard (And there will be a next time: live in Detroit), o el de las hermanitas Hearth (With The Royal Phillarmonic Orchestra). Ahora sí que mucho más rock filmado en digital por su —muy poco— dinero.
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