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El inicio del quinto año de gobierno pasó a un segundo plano. La renuncia del gobernador del Banco de México, el incremento de los salarios mínimos y la incertidumbre generada por la sombra de los cambios (todavía desconocidos) al TLCAN que Donald Trump propondrá fueron suficientes para que la reflexión sobre la evolución del país no fuera materia de un análisis más amplio por parte de la opinión pública.
La renuncia inesperada de Agustín Carstens abrió un flanco en el manejo en la expectativa de inversionistas, empresarios y en general de todos aquellos que han visto con preocupación cómo la depreciación del peso refleja las presiones a las que es sometida la economía nacional.
La pérdida de valor del peso sintetiza que los capitales especulativos se han alejado de México, particularmente aquellos vinculados con la emisión de deuda. Esto no solo ha ocurrido por la elección en Estados Unidos, también ha influido la discrepancia generada entre la perspectiva de los agentes financieros y el fuerte incremento del débito federal.
Como se recordará, a inicios del año la diferencia provocó una declaración por parte del todavía gobernador de Banxico en la que hizo referencia a la necesidad de retomar una política fiscal más restrictiva y ajustada al manejo prudente del endeudamiento.
A lo anterior se sumó la volatilidad que provocó la estrategia de Trump para ganar la presidencia de Estados Unidos, México se convirtió en su villano favorito.
El cuestionamiento al TLCAN motivó una nueva ola de presiones sobre el peso. La afirmación del hoy presidente electo de que las empresas norteamericanas deberían regresar el empleo a Estados Unidos, y que frenaría el TPP, fueron suficiente para generar una percepción adversa sobre el país.
Después de la elección, parte de lo anterior ha comenzado a convertirse en realidad, lo cual ha provocado que el peso alcance mínimos históricos frente al dólar.
Esto orilló a que el Banco de México incrementara sus tasas de interés, tanto para evitar una mayor salida de capitales como para controlar las presiones inflacionarias que ya se sienten en el sector productivo y en algunos bienes de consumo.
En estos momentos de incertidumbre, la gestión de Agustín Carstens ha sido considerada como acertada. Para evitar una mayor afectación se tendrá que generar un proceso de sucesión ordenado y transparente, que premie las calificaciones técnicas, experiencia y liderazgo de la persona que se encargará de la política monetaria en los años venideros, particularmente en 2017, cuando los cambios externos antes citados, más el inicio del Brexit se hagan presentes en la economía nacional.
El incremento al salario mínimo es una nueva variable a considerar. El sector patronal fue el encargado de impulsar una propuesta que tuvo el peso específico para influir en que esto sucediera. La agenda se abrió hace años cuando desde la academia se realizaron diversos análisis en este sentido.
De forma particular, en 2010 y desde el Tecnológico de Monterrey, un grupo de profesores que entonces laborábamos en la institución presentamos una propuesta de Fortalecimiento al Mercado Interno, teniendo como eje la recuperación del salario mínimo.
La postura de Miguel Angel Mancera puso el tema nuevamente en la opinión pública. Después de un amplio debate se dio el primer paso, ahora se verá si en la realidad genera presiones inflacionarias o puede asimilarse por el sector productivo. De igual forma se podrá observar si impulsa el crecimiento o los beneficios se van al extranjero, vía las importaciones de bienes de consumo.
Ante dichos cambios, la reflexión sobre los desafíos del quinto año de gobierno quedó en un segundo plano, a pesar de que es necesario dialogar sobre cómo México enfrentará esto y otros aspectos que podrían incidir en su economía y el bienestar de la población. Particularmente en un año en donde se comenzará a perfilar el inicio de la carrera presidencial de 2018.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico