La elección presidencial de Estados Unidos ha mostrado la debilidad institucional de México en su relación con la principal potencia del orbe.

Más allá de la polémica desatada por la visita de Donald Trump a nuestro país, y el desaire de Hillary Clinton a la misma invitación, el proceso político norteamericano ha exhibido la carencia de planteamientos concretos por parte del Estado mexicano para enfrentar los diversos desafíos que han surgido durante la contienda electoral.

No sólo fue la falta de una postura clara ante ataques de Trump y su propuesta de construir un muro que en realidad ya existe en una parte de la frontera.

La última señal se dio en el pleno del Senado de la República, en donde algunos de nuestros legisladores decidieron vestir playeras en apoyo a la candidata demócrata. Una triste evidencia del lugar en donde se encuentra una parte de los tres poderes de la Unión.

Representa el síntoma de una enfermedad institucional que lacera a México: no se entiende la necesidad de contar con centros de pensamiento y de análisis que les permitan construir posturas de fondo con las cuales se defiendan eficazmente los intereses legítimos de la nación.

Sin lugar a dudas que esto es producto de la limitada visión global de una buena parte de nuestros políticos. Tienen una agenda doméstica. Sólo ante una coyuntura como la actual, y actuando de manera reactiva, voltean a ver qué pasa en Estados Unidos.

No solo es que el 85% de las exportaciones y el 50% de las importaciones de nuestro país se den con su vecino del norte. Ni siquiera que el 50% de la inversión extranjera directa y los 24 mil millones de dólares anuales por remesas que llegan a México tengan su origen en Estados Unidos. La relación es más profunda.

Durante los últimos 200 años las fronteras de México se definieron en función de los intereses norteamericanos, de sus objetivos de expansión. Derivado de ello, y de la ausencia de un proyecto exitoso propio, la orientación actual de nuestras principales vías de comunicación ferroviarias y carreteras marcha hacia el norte. El proyecto ferroviario es prácticamente el mismo que heredó Porfirio Díaz.

Las obras de infraestructura carretera se han definido en función del intercambio económico y migratorio con Estados Unidos. La industrialización del norte, y ahora del Bajío, tiene una estrecha relación con el espíritu maquilador que ha dominado a la política económica de los últimos 30 años.

Detrás de esto último se encuentra la estrategia de importantes empresas norteamericanas que ocuparon el espacio de un verdadero proyecto nacional, han definido el perfil productivo de México..

Hace casi 100 años México renunció a construir aviones a cambio del reconocimiento del gobierno norteamericano, a partir de ese momento en pocas ocasiones se ha desmarcado de la orientación de su política exterior. Las honrosas excepciones se fueron agotando con la crisis de los años ochenta, y mucho más con la firma del TLCAN y el rescate financiero que Bill Clinton operó durante la crisis de 1995.

Al olvidar el marco histórico, los poderes legislativo y ejecutivo no pueden ver que, sin importar quién gane, Estados Unidos modificará su estrategia de desarrollo interno. Los afectados por la globalización han dejado en claro su descontento con la política económica aplicada durante los últimos 20 años, particularmente las personas con menor nivel educativo. El nuevo gobierno de tomará en cuenta.

En lo externo, sí Trump gana será el fin del TPP, sí lo hace Clinton su destino es incierto. Ello es un duro golpe para los aperturistas mexicanos que, nuevamente siguiendo a Estados Unidos, pensaron que podían confiar en que la globalización les permitiría continuar sin diseñar una estrategia de política económica propia.

El Estado mexicano debe entender que no se puede enfrentar el proceso de integración económica global y atender la agenda nacional sin contar con un proyecto de nación integral y elaborado a profundidad. Que reconozca los errores y aciertos de los últimos años. Que reconstruya a México. De otra forma seguiremos viendo playeras en lugar de propuestas serias.

Director de Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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