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El titular del Servicio de Administración Tributaria (SAT) tiene razón cuando afirma que “urge tener un esquema regulatorio distinto para los maquiladores porque tenemos 40 años con maquila y no se ha desarrollado talento, no se ha generado valor en la cadena de proveeduría nacional”.
La implicación directa es que, a pesar de las facilidades fiscales otorgadas, la maquila tiene una contribución marginal al crecimiento de México. El aumento de sus exportaciones genera beneficios restringidos a la economía nacional y para revertirlo se debe incrementar la participación de las empresas mexicanas en la manufactura de exportación.
Las estadísticas son contundentes. De acuerdo a la información del Inegi referida al programa IMMEX, durante los primeros cuatro meses del 2016 los establecimientos manufactureros importaron 75% de los insumos que consumen, la mayor proporción de los últimos siete años a pesar de la significativa depreciación del tipo de cambio. Este resultado no es coyuntural, desde el 2013 la tendencia es al alza y muestra la dependencia estructural de las empresas por insumos importados.
Importar insumos baratos tiene beneficios de corto plazo que salen muy caros en el largo plazo. La aplicación de este tipo de estrategias debe ser temporal, en lo que se aplica una política industrial activa para impulsar el desarrollo de las empresas nacionales que participarán en toda la cadena de valor, que producirán y sustituirán parte de las importaciones.
En México el error fue el de seguir los lineamientos de que la mejor política industrial es la que no existe. La historia económica así lo demuestra. Flexibilizar el acceso de bienes importados ha sido un mecanismo utilizado exitosamente por países que han logrado convertirse en exportadores de manufacturas con un saldo positivo en su balanza comercial. Un paso que México no ha podido dar.
Por el contrario China, Japón, Singapur o Corea del Sur, por ejemplo, aplicaron una política industrial orientada a la sustitución competitiva de importaciones. Para ello desarrollaron una política económica integral que impulsó la creación de empresas productivas proveedoras de insumos intermedios y bienes de capital para sus grandes empresas, las que se han posicionado globalmente.
Hoy México forma parte de las naciones que facilitan el acceso de esas empresas extranjeras que arriban con sus proveedores y dan un acceso limitado a los productores locales. La urgencia de inversiones, producto del bajo crecimiento económico endémico, provoca que se mantenga la esperanza de que las inversiones extranjeras puedan suplir lo que no se hace con recursos propios.
La utilización de dicha estrategia ha demostrado sus limitantes, particularmente porque su aplicación tiene más de 80 años. En 1933 se promulgó la Ley de Perímetros Libres, bajo dicho marco se permitió que Tijuana y Ensenada pudieran importar bienes foráneos libres de aranceles. Dos años después la flexibilización se extendió hacia Mexicali y Tecate. Durante las siguientes décadas otras regiones del norte se incorporaron a dichas facilidades. El desarrollo económico no llegó.
El origen de la industria maquiladora se encuentra vinculada con el Programa de Industrialización de la Frontera (PIF) que comenzó a operar a fines de 1966. El supuesto es que ello aumentaría la competitividad de las exportaciones, generaría empleo y que en el largo plazo se crearían empresas proveedoras que se integrarían a las cadenas productivas.
Durante las siguientes décadas se aplicaron modificaciones al decreto maquilador con la misma esperanza, las estadísticas muestran que no ha ocurrido.
El debilitamiento de la estructura productiva es la causa, hoy las empresas en México no tienen las mismas facilidades fiscales y de financiamiento, de capital humano, de regulación, de seguridad pública e infraestructura que sus competidoras.
Al país llegan importaciones provenientes de países que contaminan, que no otorgan prestaciones de seguridad social a sus trabajadores o que no cumplen con las mismas normas de seguridad. Son más baratas, pero en el largo plazo el costo es el desarrollo de México, justamente la cuenta que estamos pagando.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico