En la política mexicana no hay plazo que valga, sin importar urgencia o relevancia.
Ayer se llevó a cabo la primera reunión del Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), en otras palabras, el mecanismo diseñado para castigar las marranadas de la delincuencia con fuero… la de cuello blanco y uñas largas. Tampoco fueron nombrados los tres magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, quienes se encargarán de sancionar las faltas administrativas de los servidores públicos.
Los tres años fijados por la ley para elegir un fiscal anticorrupción resultaron insuficientes; partidos y gobierno no han logrado ponerse de acuerdo para designar al hombre o mujer que operará el brazo ejecutor del sistema, y lo que es peor, se ve que no tienen prisa para cumplir con el mandato que ellos mismos comprometieron. Quizá por eso le entró el apuro al priísta Emilio Gamboa ante la presión mediática; promete que el Senado se pondrá las pilas y hoy mismo nos dará una sorpre; se definirá la propuesta que la Junta de Coordinación Política hará al pleno senatorial sobre la persona que deberá ocupar finalmente el cargo.
De fondo el pleito para nombrar al fiscal anticorrupción ha sido político.
El PAN ha mantenido atorada la negociación en tanto no se apruebe el artículo transitorio que impida al procurador General de la República, Raúl Cervantes, el “pase directo” para convertirse en el fiscal General de la República, por un periodo de nueve años.
Quienes saben, dicen que el Sistema Anticorrupción puede operar sin titular; que al Senado no se le fijó plazo forzoso para nombrarlo, aunque sea una pieza clave. Mientras no haya fiscal, el titular de la PGR habrá de combatir los delitos de corrupción infame; su autoridad siempre estará por arriba del fiscal especializado.
Pero el tema no sólo es administrativo…
La ausencia de un fiscal anticorrupción, y el incumplimiento de los plazos, revelan la indolencia del Senado por cumplir la ley, el desinterés por responder a una demanda social urgente, y sobre cualquier otra cosa, la simulación de toda la clase política frente a la corrupción, el peor mal del país, que más ha beneficiado a la casta divina que ostenta el poder a su antojo.
El Sistema Nacional Anticorrupción, SNA, nace cojo. Los jaloneos políticos en el Senado por las campañas electorales resultan más lucrativos; todo lo demás puede esperar.
Como todo organismo naciente, el SNA tendrá carencias y áreas perfectibles; habrá grandes obstáculos para acceder a la información pública de los gobiernos estatales, sobre instrumentos legales como el amparo que pueden ser utilizados para retrasar la aplicación de la ley y la articulación del sistema en todo el país; no hay suficiente personal capacitado.
El SNA es una promesa con muchas esperanzas, dominada por demasiados intereses, boicoteado por quienes se supone deberían garantizar las condiciones mínimas para su operación.
…y, para empezar, la falta de un fiscal anticorrupción es una mala señal.
EL MONJE VIDENS: El teórico florentino Giovanni Sartori, que se abrió al mundo gringo para afianzar sus conceptos, fue uno de los estudiosos más importantes de las democracias, los sistemas de partidos y la incidencia de los medios de comunicación en la política. Cuando escribió ¿Qué es la democracia? (1993) tituló el capítulo referido a los medios como Hic sunt leones, leyenda que se colocaba en los mapas antiguos para señalar tierras ignotas. Eso eran los medios para el politólogo: asuntos desconocidos. En Homo Videns, La sociedad teledirigida (escrito hace veinte años), afirma que el alcance de la televisión hace daño a la sociedad y la democracia; sostiene que el gobierno del pueblo no funciona como su etimología indica, no es tan noble como sus raíces semánticas nos hacen pensar. La doctora Fátima Fernández Christlieb, socióloga, comunicadora y académica, nos comenta que Homo Videns resultó un ensayo apocalíptico que poco ayudó a esclarecer la realidad de la caja idiota; que gracias a la banda ancha, los televidentes ya no son teledirigidos. En fin, Sartori fue deslumbrante y provocador; sobrarán epitafios.
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