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Hace dos años despertamos para comprobar que el cambio prometido para una mejor justicia —pronta y expedita— no había llegado a pesar de la propaganda oficial. La noche trágica de Iguala nos confirmó que la realidad para tapar a los unos y a los otros está plagada de engaño, impunidad y violencia, fruto de podredumbre, complicidades y acuerdos entre gobernantes y mafias del narco; la sociedad sigue inerme ante a la corrupción lacerante.
Con la desaparición forzada de ‘los 43’ normalistas de Ayotzinapa también terminó la euforia del reformismo basado en el gran consenso político para ‘mover a México’. Así de grave…
Por mucho, la noche triste de Iguala es el peor episodio del sexenio.
#AyotzinapaDosAños, ni perdón, ni olvido gritan los deudos; es expediente abierto hasta que los culpables rindan cuentas, o se mueran, pero de la risa. Mientras, sólo habrá perdedores…
Primero, las familias de los 43 normalistas esfumados que sufren el dolor de la pérdida de los hijos sin posibilidad de sepultar los cuerpos, ni honrar su memoria con justicia.
El PRD, arrastrado por el error de imponer al delincuente José Luis Abarca, y señora, a cambio de un puñado de votos, cuando el partido ‘amarillo’ ya naufragaba al haber impuesto a un gobernador inepto —Ángel Aguirre.
Pierde el gobierno federal, torpe y lento, diluido en un largo e infructuoso proceso de investigación, plagado de irregularidades y cuestionamientos; de aquella ‘verdad histórica’ sólo queda la mentira histérica ante la incapacidad para realizar una investigación creíble.
Pierden las instituciones confrontadas con instancias internacionales —como la CIDH— que con apoyo de cierta prensa carroñera han colocado al país en el banquillo de los acusados por sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
Sólo del caso Ayotzinapa, la CNDH ha formulado 57 observaciones y propuestas, de las cuales, hasta el 22 de septiembre, únicamente ocho han sido totalmente atendidas, 33 en vías de atención y 16 ignoradas; ¿han sido como llamadas a misa?
La noche de Iguala es oscuridad profunda; símbolo de debacle. A partir de entonces las malas noticias cuentan más; se precipitan en cascada otras que poco tienen que ver con aquella tragedia: escándalos inmobiliarios, matanzas en Tlatlaya y Tanhuato, gobernabilidad en entredicho, crecimiento sólo de deudas y una moneda vapuleada por el dólar (hace dos años, el billete verde se vendía a 13.44; ayer picó a 20.21)
¿Algún día sabremos qué pasó en Iguala-Cocula? ¿Al gobierno le convendría dar a conocer la verdad verdadera? ¿Por qué si hay 130 consignados no ha habido un solo sentenciado? Dura dos años la noche más triste; ya me canso de llorar y no amanece…
EL MONJE ESPECTADOR: Entre aromas de Súper Tazón, Serie Mundial, o final de la NBA, ocurrió el primer debate entre los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos; la audiencia del mundo mundial resultó histórica (ya nos darán cifras); ¿la Hillary se impuso al rudo Trump?… esto es a dos de tres caídas. PUNTO Y APARTE: Cuando Enrique Ochoa Reza despertó la nomenklatura priísta —caciques, capos, chichinflas y malafachas— seguía ahí.
@JoseCardenas1
josecardenas@mac.com