Cuando se recorre la región de La Montaña de Guerrero lo primero que se constata es la existencia de una cruda pobreza ancestral en la que viven atrapados sus habitantes, que lleva siglos vilipendiando sus vidas con ignorancia, mala alimentación, condiciones de vivienda verdaderamente precarias, sin derecho a la salud, la educación, infraestructura social.
Es una pobreza contrastante, contradictoria, al tiempo que se admira la belleza natural de sus montañas y bosques, la gentileza de su gente, también se hace un nudo en la garganta al ver miradas perdidas en la desesperanza, el desánimo, la tristeza de la necesidad insatisfecha de un niño, joven, ama de casa o campesino, o al ver casas de madera o material a medio construir.
Pero también se respira en el ambiente rebeldía, ganas de cambiar y mejorar las condiciones de vida, de salir adelante y superar los obstáculos que la pobreza pone a la gente, pero que también ponen los gobiernos de antaño hasta los actuales que poco han hecho por revertirla, a la que sean estales, federales o municipales, han sido indiferentes, lo que ha hecho que, al visitarla una y otra vez, en la Montaña de Guerrero pereciera que el tiempo no pasa.
Atlixtac es un pueblo de la Montaña de Guerrero, que en náhuatl significa “en el agua blanca”, se encuentra a 125 kilómetros de la capital del estado y tiene una altitud de 1660 metros sobre el nivel del mar, de poco más de 26 mil habitantes en todo el municipio, dónde el grado promedio de escolaridad de las personas de más de 15 años es de 3.9 y el 82 por ciento de esta tiene estudios básicos incompletos, el 40 por ciento de la población es analfabeta, cerca del 60 por ciento de sus viviendas carecen de drenaje. En 2010 poco más de 22,600 individuos (93% del total de la población) se encontraban en pobreza, de los cuales 6,570 (26.9%) presentaban pobreza moderada y 16,101 (66%) estaban en pobreza extrema.
El pasado fin de semana estuvimos ahí con Margarita Zavala, para hablarle a la gente de que sí se puede vivir mejor, que sí se pueden cambiar las cosas, que sí se puede tener un gobierno interesado y ocupado en combatir la pobreza y ayudarle a la gente a enfrentarla con dignidad, certidumbre y esperanza.
Ahí escuché a una indígena náhuatl decir que ser indígena no significa ser pobre para siempre, un sentir que en medio de la pobreza lo tiene la mayoría de la población de la Montaña, por eso Margarita está convencida de que el principal recurso que tiene México es su gente que es la que quiere verdaderamente que el país se transforme, y que afortunadamente es la mayoría.
Escuche con atención a Margarita Zavala hablarle a más de 3000 pobladores que se reunieron ese domingo, observé también que la gente no la vitorea, no la matraquea, no estalla en porras falsas, constate una vez más que la gente escucha con atención a Margarita Zavala en su hablar pausado, claro, casi pedagógico, sin la arenga de odio hacia alguien, esclarecedora, conectando más que con el discurso, con las miradas, el tono y la sinceridad reciprocas casa comulgando entre ella y la gente, construyendo confianza y liderazgo recíprocas entre Margarita y la gente, ella no sólo es ya una líder fuerte de una plataforma de transformación del país Yo Con México, sino una líder nacional capaz de conducir y convocar a cambiar México, pero principalmente cambiar la cara y el corazón de la política hacía una más ciudadanizada que de grupos y partidos, porque la gente ya no cree en ellos.
Efectivamente, en la Montaña de Guerrero se palpa el fracaso de los gobiernos, su interminable mentira que pasa de unos a otros a lo largo de los sexenios, de que ahora sí se va combatir la pobreza, pero como dijo una indígena de Atlixtac, se debe empezar por ellos mismos con organización y dejar de verse sólo como beneficiarios de programas de gobierno, para que ser indígena dejé de ser sinónimo de pobreza, para dejar de verlos malinchistamente, para que nos vamos tan lejos con el antimexicanismo de Trump, si aquí mismo entre nosotros los mexicanos nos lo aplicamos, por eso al término del evento quedó la presencia de Margarita en Atlixtac dejó en el corazón de la gente una esperanza, porque ellos constataron que ella más que una política es una mexicana, que quiere y puede impulsar un mejor país, primero desde Yo por México, y después, ya se verá.