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El ajedrez es un juego de estrategia que tiene raíces religiosas. En sus orígenes hindúes, sus cualidades geométricas expresaban el espíritu, y su extensión cuantitativa, la existencia. El rey representaba el intelecto y las demás piezas, las facultades del alma. Según el historiador Titus Burckhardt, el juego en sí simboliza el combate entre ángeles y demonios, entre el bien y el mal. El espíritu corresponde a la verdad. Por ella el hombre es libre; fuera de ella, esclavo de su destino. Es la gran enseñanza del juego ciencia y quien se entrega a él no encuentra tan sólo un pasatiempo, sino también, en la medida de su capacidad intelectual, una vía que conduce de la acción a la contemplación.
También el maestro español Manuel Golmayo encontró en la emotividad del ajedrez elementos de índole religiosa. En una conferencia dijo: “En efecto, reflexionemos que el hombre no es simplemente una máquina de cálculo ajedrecístico, valdría muy poco, sino que a la inversa, el ajedrez es una minúscula, pero expresiva floración de espiritualidad militante, que embellece y tonifica su paisaje vital. De aquí que pese a su marcado carácter racionalista y geométrico, subtienda el tablero todo un sistema de circulación emotiva, en el que, naturalmente, no podía faltar la gran arteria cordial del sentimiento religioso. Ello explica por qué egregias mentalidades de la iglesia, santa Teresa de Jesús, San Francisco de Sales y los pontífices León X, Urbano VIII, Inocencio X y León XIII, por no citar más, proclamaron sus aficiones ajedrecísticas”.
Desde luego el ajedrez es un ejercicio de meditación que templa la voluntad y ejercita el raciocinio. Pero también sugiere interrogantes, como la del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien en su poema Ajedrez, dice: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonías?”.
Partida del tradicional torneo de Zurich, Suiza. Mediante maniobras al filo de la navaja, las blancas ganan terreno, se adueñan de la iniciativa e imponen su voluntad.
Blancas: Boris Gelfand
Negras: Oleg Skvortson
Zurich, Suiza, febrero 12
de 2016
Gambito Volga (Eco A59)
1.d4 Cf6 2.c4 c5 3.d5 b5 4.cxb5 a6 5.bxa6 g6 6.Cc3 Axa6 7.e4 Axf1 8.Rxf1 d6 9.Cf3 Ag7 10.g3 0–0 11.Rg2 Cbd7 12.a4 Db6 13.De2 c4 14.Dxc4 Cg4 15.De2 f5 16.Cg5 fxe4 17.Dxg4 Txf2+ 18.Rh3 Tf5 19.Dxe4 Cc5 20.Dxe7 h6 21.Ce6 Af6 22.Dc7 Th5+ 23.Rg2 Db3 24.Dxd6 Dc2+ 25.Rg1 Cb3 26.Ae3 Dxb2 27.Tf1 Dxc3 28.Db6 Ae5 29.Cf4 Axf4 30.Txf4 Dd3 31.De6+ Rh8 32.Tf7 Dd1+ 33.Rf2 Dc2+ 34.Rf3 Tf5+ 35.Txf5 gxf5 36.Dxh6+ Rg8 37.De6+ Rh8 38.Te1 Txa4 39.De8+ Rh7 40.Te2 Dd1 41.Rf2 Ta1 42.Ac1 Dd4+ 43.Rg2 Dxd5+ 44.Rh3 Ta7 45.Dh5+ Rg7, rinden negras, 1-0.
rjavier_vargas@terra.com.mx