La práctica deportiva no sólo proporciona bienestar físico y mental, sino también solaz, esparcimiento e incluso confiere valores como lealtad, disciplina, perseverancia, determinación. Todos los deportes tienen una dimensión lúdica. En su tiempo, el filósofo Aristóteles decía que también cumplen una función catártica, puesto que, literalmente, el vocablo catarsis se refiere a la liberación de perturbaciones interiores, determinantes de ciertos trastornos e impulsos negativos. En tanto juego, el deporte se ubica en un estado intermedio entre el trabajo y el reposo. Es evidente que muchas actividades deportivas cumplen una función de relajación y de descanso, lo que ayuda a recuperarse de las tensiones del trabajo y de la fatiga. El poeta hindú Rabindranath Tagore dijo: “El descanso pertenece al trabajo como los párpados a los ojos”.
Como espectáculo de masas, el deporte también tiene una dimensión dramática puesto que conlleva conflictos, hazañas y acontecimientos notables, semejantes a los del teatro, por tanto emotivos y liberadores. Hay evidencias de que desde la más remota antigüedad las actividades deportivas han sido medios de liberación de tensiones. Según el libro, El Ocio, de Roger Sue, en la antigua Grecia, “los espectadores de las obras de teatro se unían al juego de los actores de tal manera que vivían íntegramente la tragedia que se les estaba presentando. De esto resultaba un fenómeno de liberación por medio de lo imaginario y de resolución de los conflictos en la representación teatral… Practicar un deporte es una posibilidad de liberación, en el sentido de que es un acto espontáneo y un pretexto para tomar contacto con la naturaleza y con el medio que nos rodea… Probablemente sea el tipo de distracción que más ha evolucionado en los últimos años”.
El deporte es tan antiguo como la humanidad. Generalmente se le identifica con la competencia, el vigor o la salud, pero como sinónimo de diversión, está demostrado que es un medio ideal para el desahogo de tensiones, puesto que, no obstante ciertas decepciones inherentes a la rivalidad, igual regala momentos gratos y emotivos. Por su condición lúdica sirve para combatir el tedio y para facilitar las relaciones interpersonales, de comunicación y de convivencia familiar. De ahí que la filosofía ha concluido que “nuestro temperamento lúdico constituye la parte más noble de nuestra naturaleza básica y que el deporte, en tanto juego, nos permite desarrollar nuestro poder creativo, nuestra fantasía y nuestra imaginación”.
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