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El del sábado fue un juego con toda la barba. Un partido en el que América impuso el estilo e hizo valer su mejor conjunción, pero Cruz Azul, con una puesta en escena colectiva que amerita más ensayos, sacó esa condición de lucha y espíritu que no les ha distinguido con frecuencia. El efecto Tomás Boy está generando la parte positiva que se requiere, sin embargo hay una delgada línea que Tomás no puede rebasar: provocar a sus jugadores y al entorno.
Los Cementeros salieron arrollando, pero el efecto les duró un cuarto de hora. El gol de Benítez y el mano a mano que sacó Muñoz fueron prácticamente lo único relevante para Cruz Azul en el primer tiempo.
América se apoderó del balón y las bandas, los centrales de Cruz Azul quedaban muy expuestos cuando el balón rebasaba a los contenciones a los que les faltaba oxígeno para interrumpir los ataques americanistas.
Vino la voltereta justa, pero de la mano del árbitro en el primer tiempo y el golpe de gracia pareció llegar con el tercero. Sin embargo, una vez más, el peor enemigo del América es el América, y las bravuconadas traducidas en un par de expulsiones, le bombearon la sangre al Cruz Azul para lograr un merecido y agónico empate.
En defensa de Ambriz, las lesiones de Benedetto y Muñoz cimbraron los fundamentos americanistas. A Boy, los cambios le funcionaron de maravilla y tuvieron injerencia directa en los dos goles.
Del econtronazo definitivamente salieron chispas por la rivalidad de los contendientes y lograron las suficientes dosis de llegada para poder calificarlo como un partido vibrante. En el balance final, Cruz Azul debe sentirse más ligero, porque su regreso y el empate reunieron los ingredientes para considerarse vencedores morales del encuentro.
Es muy difícil aguantar el resultado con nueve jugadores, pero América no tuvo la inteligencia emocional ni con 11 ni con 10 ni con 9 para manejar su ventaja. La adrenalina con la que se ayudó el Cruz Azul para no morir en el intento, pero además hacerlo de manera intensa pero cerebral, les dio una recompensa muy buena.
Está claro que la llegada de Tomás Boy a la dirección técnica le ha venido muy bien al Cruz Azul, pero aún hay fallas ocultas en el funcionamiento del equipo. El sábado sufrió mucho Ariel Rojas en la marca, y nunca se sintieron cómodos ni encontraron su sitio en el campo, Vázquez, Aldo Leao y Guerrón.
Al América de Ambriz le hace falta serenidad. No tienen porque pretender golear siempre y exponerse a los ataques rivales. Tienen camino andando como equipo y las variantes que desde la banca puede encontrar Nacho todavía no tienen la eficacia que podrían alcanzar.
Estos dos capitalinos estarán seguramente en la Liguilla, y si vuelven a enfrentarse, ya quedaron centellas después del guapachoso festejo de Boy, que para muchos cayó en la provocación. Los bailes son a interpretación, las mentadas de madre son mentadas de madre y todos sabemos la comunicación no verbal que representa jalar el puño junto a la oreja.
Del arbitraje no tiene sentido hablar ni quejarse. No, no era penalti, pero Cruz Azul fue metido en su primer tercio y a eso te expones. Cuando dos equipos dejan en el vestuario bien guardadita la especulación, podemos ver juegos con esta intensidad. El sábado fue cuestión de honor. Nadie pensó en el puntito. Había que ganar por prestigio y cada uno empleó lo mejor de lo que es capaz. Un gran empate a tres goles que debería ser ejemplo para el resto. Cuando en México, los visitantes se despojan del miedo y el ábaco, los partidos tienen otra dimensión.
Twitter: @Javier_Alarcon_