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Es estéril reanudar las comparaciones sobre el mejor de la historia a partir de este quinto e indiscutible Balón de Oro para Messi. Lo que es definitivo es que no le faltan argumentos a quienes creen a Messi como tal.
Es difícil concebir los mismos logros del argentino con otros satélites en su órbita. Ha coincidido con grandísimos futbolistas en este Barcelona de época, pero a lo mejor fue la ‘Pulga’, quien los hizo mejores jugadores.
Quién sabe. Repetir los montones de adjetivos calificativos para sus dones técnicos también me parece un tema desgastado. Hay tres características que siguen impresionando de las reacciones de Messi, porque insisto, los elogios sobre sus condiciones ya agotaron los contenidos en los diccionarios.
La primera observación tiene que ver con la humildad para compartir las victorias con sus compañeros, como si fuera un factor más, cuando todos sabemos que él es el de mayor trascendencia.
Luego está esa facilidad para hacer cosas extraordinarias con la complejidad de un estornudo. Es un “natural” del juego y da la impresión de que lo que a él le cuesta una gota de sudor, para los demás es una vida de esfuerzo agónico. Sí, sí lo vemos exhausto a veces, pero la realidad es que hace ver como ineptos a muchos de sus competidores; cambia de ritmo, de dirección y de visión cuando le pega la gana. Todos entran en pánico y Messi se regodea sin alardear al verles caer por el retrovisor.
La tercera reflexión tiene que ver con su gusto insaciable por ganar, aunque en Argentina sea el eterno incomprendido, porque pese a dar la imagen gestual de estar aburrido o cansado por tantos y tantos logros, la realidad es que es una máquina insaciable de títulos, y siendo además embajador del Juego Limpio para los millones de niños que le siguen en el mundo.
Messi no necesita demostrarle nada a nadie. Hacer ganar un Mundial a los argentinos, estuvieron muy muy cerca en Brasil, supondría una especie de perdón que le han colocado injustamente sobre la espalda y con muchos maradonianos detrás. Pasarán mucho años desde el día que se retire, para ver un fenómeno con el poder de transformarlo todo en un deporte en el que Messi, se encargó de hacerlo en ocasiones individual, pese a que es más necesaria la colectividad que en casi todos los demás deportes para lograr resultados exitosos.
Ni él ni el Barcelona merecen un final distinto: Messi debe pasar todos los días que le quedan en ese uniforme blaugrana. Siendo jugador de una sola camiseta, hará todavía más grande la leyenda de este matrimonio increíble que empezó con un niño y hormonas inyectadas, y ha llegado en 2016 a la etapa de mayor madurez. De aquí en adelante ya no será lo mismo. Por lógica cronológica. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Hay que ver a Messi cada vez que se pueda, porque rompió los tiempos en el futbol.
Twitter: @Javier_Alarcon_