Con mayor fervor que nunca, creo en los campeonatos largos para producir un juego superior en todos los sentidos para el futbol mexicano, tanto en la proyección y consolidación del talento, como en la calidad misma del juego.

Ahí viene otra Liguilla. Emocionante y atractiva, pero son muy frecuentes, los campeones no son memorables por su forma de jugar y se olvidan rápido. Es una cambiadera impresionante de técnicos y jugadores cada semestre, que impide establecer un estilo consistente que se traduzca en las dinastías de antes. Equipos cuya fecha de caducidad estaba en los cuatro o cinco años, y no en los seis meses de ahora.

Cinco partidos que no da resultados un técnico, y ya le están enseñando la salida. Así no se pueden establecer bases de ninguna especie, en ningún deporte, menos en los de conjunto, en donde hay tantas cosas que conciliar, planear y desarrollar antes de dar resultados.

Es comprensible que la dinámica del negocio se revolucione con dos Liguillas al año en lugar de una. Yo creo que el modelo se desgastó, y es posible revalorar el peso del torneo regular largo con una Liguilla más larga y generar el mismo dinero, pero con un campeón más reconocido, sólido y eficaz.

¿Dónde está el actual campeón? Desmoronado, porque su ascenso al trono no tenía más sustento que la incompetencia, ansiedad e irregularidad del resto de la manada.

Pese a la tabla general y los recientes resbalones, sigo viendo con mayores recursos y experiencia para ganar el título a Tigres y América, pero el momento es de Pumas. Ya de perdida, si vamos a seguir con dos campeones al año, que agreguen el factor tiempo extra y penaltis. Digo, para buscar nuevos caminos que incrementen la expectativa. Hoy, así, la zona de confort del futbol mexicano hace que muchos consumidores estén migrando a otros deportes.

Twitter: @Javier_Alarcon_

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