Hay hombres que desean la inmortalidad, pero hay otros que, por méritos propios, han conseguido rebasar los límites de lo imaginado, para continuar su legado más allá de lo tangible y lo posible. Ellos merecen ser recordados y sus hazañas merecen ser guardadas en la mente y recuerdo de todos los mortales que disfrutamos de sus logros.

Su nombre es Xavier Hernández Creus. Nacido en Tarrassa, España, tierra que no imaginó que en sus rincones se escribiría la historia de un inmortal. Sí, leyeron bien, un inmortal del balón, un ser excepcional cuyo ejemplo y dedicación son hoy la base para el día a día de miles de niños por todo el mundo.

Y es que son 17 inolvidables años en los que ha cargado en la espalda triunfos que saben a gloria, emociones indescriptibles, victorias llenas de magia; pero también un sinfín de obstáculos que parecían interminables, derrotas sumamente tormentosas y yerros que supieron amargos, pero que ayudaron al agigantar el crecimiento personal y profesional.

Un debut con gol de la mano del gran maestro Louis van Gaal no pudo ser mejor presagio para un chico fuera de serie, que a partir de ese instante selló un futuro que le trajo más éxitos que fracasos, aunque estos últimos dolieran como estocadas profundas.

Entonces Xavi dejó huella con sus tachones de lo grande de su leyenda sobre el pasto; logró que chicos y grandes se maravillaran con el ‘arquitecto del medio campo’, se rindieran ante el genio que comandaba el ataque, pero que al mismo tiempo se fundía en un escudo de hierro que imposibilitaba al rival gozar del esférico en los pies. Xavi hizo que el mundo entero conociera al protagonista del toque, al maestro de los pases, al artífice de los centros perfectos, al que mejor se ponía la casaca de defensor cuando el partido así lo requería; pero sobre todo, al extraordinario ser humano que siempre antepuso el éxito en conjunto a los logros con un solo nombre.

Ahora termina el recorrido por el camino llamado Barcelona, un trayecto en el que compartió alegrías y tristezas con su segunda familia, donde celebró por todo lo alto ocho ligas y tres Champions League —a la espera de una más en Berlín—, pero también donde probó los sinsabores del deporte que lo enamoró y en el que también sufrió inimaginables fracasos.

Como pocos en este medio, tengo el privilegio de presumir no sólo haber atestiguado su destreza y habilidades de otro mundo, sino también de haber compartido su sentir en el terreno personal. Es por ello que me atrevo a decir que se va de la entidad culé un crack dentro y fuera de la cancha, un inmortal del Barcelona y de La Roja. No es un adiós, es un hasta pronto, pues estoy segura que volverá para continuar su leyenda en el equipo que es el gran amor de su vida. ¡Gracias Xavi y éxito en tu nueva etapa en el Al-Sadd!

deportes@eluniversal.com.mx

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