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Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, un lidiador distinto a los demás, gozó de una enorme popularidad y dejó marcados para siempre a un puñado de románticos aficionados. Chapado a la antigua, controvertido y desigual, limitado técnicamente, pero sobrado de expresión y personalidad, el pintoresco ‘Pana’llegaba a la corrida en calesa, fumándose un puro, y hacía el paseíllo arrastrando las zapatillas por la arena.
Presa de una irregularidad crónica, el desprecio lo deprimió y lo llevó a la perdición alcohólica hasta que en 1995, tras pedirle de rodillas una nueva oportunidad al empresario Rafael Herrerías, reapareció para tumbarle una oreja a ‘Chocolatero’ de El Sauz, al que le dio un trincherazo catártico. A los pocos días, con una absurda invasión del ruedo para defender una causa que no le incumbía, nuevamente se echó la soga al cuello y cuando al fin volvió a la plaza de sus triunfos el 16 de abril de 2001, me escribió esta insólita carta para hacerme una petición:
Heriberto Murrieta
Presente
Querido hermano:
Ahora que se me presenta la anhelada oportunidad que tú me has conseguido de reaparecer en la Monumental de Insurgentes, después de tanto sufrimiento por el que tú sabes que he pasado, y debido a que ahora se está legislando sobre la donación voluntaria de órganos, quiero poner mi granito de arena y ser de los primeros en dar ese paso tan trascendental.
Debido a que estoy desesperado y harto de tanta mediocridad, habré de salir el próximo domingo a darlo todo. Si un toro me mata, quiero pedirte que obsequies todos mis órganos a mis hermanos mexicanos que los necesiten, que lo mucho o poco que quede de mi menda sea cremado y que mis cenizas sean esparcidas por todas las ganaderías tlaxcaltecas donde pastan las vacas bravas.
Sin más por el momento se despide tu hermano que mucho te agradece tus molestias y tu apoyo, no sin antes mandarte un fuerte abrazo.
Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’
Matador de toros
Aunque este cronista nunca ha puesto ni quitado a ningún torero de ningún cartel, puede ser que las constantes evocaciones del personaje idolatrado desde la niñez hayan servido para que la empresa lo sacara del ostracismo y lo programara en el citado cartel.
A la dichosa corrida llegó ‘El Pana’ a pie, acompañado por una pintoresca caravana de aficionados, curiosos y borrachines que se contoneaban bajo las notas de una charanga no menos típica. Aquella tarde no lo mató ningún toro, pero Rodolfo conservaba una fijación: “No es chorizo ni nada de eso. En tardes de mucho compromiso he visto las características del animal que en un futuro no muy lejano tendrá que arreglarle su asunto al ‘Pana’. En verdad te digo que quisiera morir en las astas de un toro”.
heribertomurrieta65@gmail.com