Hace unos días dijimos en este espacio: “La Liga mexicana tiene que poner de su parte, imponiendo castigos ejemplares y no irrisorias llamadas de atención. Ojalá reaccione pronto”.
Pues bien, para compensar tanta blandura, al fin llegó la ejemplaridad con sanciones duras, acaso exageradas, para Pablo Aguilar del América y Enrique Triverio del Toluca, quienes fueron suspendidos un año por la Comisión Disciplinaria.
Los árbitros forzaron la toma de esa decisión, al negarse a dirigir los encuentros de la jornada del pasado fin de semana. Es plausible la histórica decisión de los silbantes. Los hombres de negro, que más parecen de blanco, en su mayoría inocentes e impersonales, apáticos acaparadores de reclamos y mentadas de madre, se armaron de valor y pararon el futbol, en protesta por la enésima muestra de blandura de las autoridades federativas, que en un principio no habían decretado la suspensión de 12 meses a Triverio y Aguilar. Ya era hora de que se unieran.
Sin embargo, tan admirable muestra de valentía se esfumó a las pocas horas cuando, después de levantar las banderas rojinegras de la fugaz huelga, volvieron a ser amordazados por la Federación Mexicana de Futbol, preocupada de que los colegiados siguieran haciendo olas. Y entonces se negaron a dar las entrevistas que ya habían aceptado dar, regresando a la tiniebla del silencio y el bajo perfil.
Era el momento para que explicaran sus argumentos, aprovechando las tribunas que algunos les ofrecimos en la radio y la televisión. Es ridículo y absurdo que un árbitro no pueda dar entrevistas para hablar de sus motivos para paralizar el campeonato. ¿No fueron los de pantalón largo quienes les pidieron que callaran?, ¿fueron ellos mismos con su propia autocensura? Por favor, ya no nos chupamos el dedo.
La noticia manda. En conferencia de prensa, Francisco Suinaga, vicepresidente del Deportivo Toluca, se quejó de que la prensa sólo habla del escándalo de Triverio, habiendo otras cosas importantes en el año del centenario choricero. La prensa habla del delantero argentino porque es la noticia del momento. Tan sencillo como eso.
En lo que sí atinó el joven directivo es en destacar la probidad del propietario de los rojos. Don Valentín Díez es en sí mismo una institución, prohombre de gran clase, valores éticos e inteligencia empresarial. No se metería el Toluca en el berenjenal del TAS si no supiera que tiene elementos suficientes para apelar la sanción de un año en contra del jugador enviado al dique seco.
Pesar. El 2 de junio del año pasado, fuimos con ESPN a cubrir el partido entre los veteranos del Necaxa y el Celaya en la cancha del equipo cajetero de Marcos Achar. Antes de empezar la transmisión, mientras platicábamos en un palco con Emilio Fernando Alonso y José Luis Sánchez Solá, sentí una palmada en la espalda. Era Aníbal Ruiz. “El Maño” dejó en mí una última impresión de gentileza y calidez.
Falleció el viernes pasado de un infarto fulminante en una cancha de futbol, ¿dónde más? Un recuerdo lleno de afecto para un buen entrenador uruguayo que echó raíces en el balompié nacional.
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