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Ricardo Ferretti es un excelente entrenador, especialista en imponer disciplina y armar grupos ganadores. Más de 20 años de trabajo ininterrumpido avalan su indiscutible capacidad. Dicen que sus funciones abarcan más allá de la dirección técnica, convirtiéndolo en el hombre integral de los Tigres.
Pero el famoso “Tuca” es también un hombre temperamental y polémico. El viernes pasado maltrató a un agente de seguridad en plena bronca entre barristas del Veracruz y los de su equipo, a un costado de la cancha del estadio “Pirata” Fuente. ¿En qué país se ha visto a una persona zarandeando de esa manera a un miembro de seguridad, ya sea estatal, municipal o privada? En otro país quizá lo hubieran arrestado. ¿Qué hubiera pasado si un entrenador mexicano hubiera hecho lo mismo en una cancha brasileña de Primera División? En México, la impartición de justicia sigue en pañales.
Ricardo se solidarizó con el grupo de los Libres y Lokos. Es comprensible. Le tocó ver que golpeaban a un aficionado de Tigres, pero no alcanzó a ver la paliza que se llevaron muchos barristas porteños. Entonces gritó a los partidarios del Veracruz: “¡Ya verán cuando vayan a Monterrey!”, amenazó el estratega brasileño. Hábil, astuto como es, “Tuca” quiso suavizar el asunto asegurando que no pudo dormir y que cuando los seguidores de los escualos vayan a Monterrey les va a ir “súper bien”, porque recibirán un trato adecuado por parte de la afición felina. Si les va a ir “súper bien”, ¿entonces por qué el insomne entrenador amenazó, contribuyendo así a la violencia? ¡Qué facilidad para zafarse de su dicho y salirse por la tangente!
Es evidente la impunidad de Ferretti, un hombre que se siente intocable, y que en efecto es intocable, porque no hay autoridad que lo controle. Hace tiempo insultó al reportero Marco Almaraz e hizo señas groseras al público de Guadalajara, entre otras lindezas, y sigue tan campante.
¿Provocador? El francés André-Pierre Gignac jura y perjura que tras anotar en Veracruz, no fue a provocar a la afición tiburonera. Y no tenemos por qué no creerle. Sin embargo, si sabía que en el mismo sector donde se encontraban sus familiares había muchos seguidores del conjunto jarocho, pudo haber evitado acercarse. Hizo algo bueno que pareció malo, y los ánimos empezaron a caldearse en ese instante, acabando aquello en un zafarrancho de grandes proporciones.
Preocupante. Al día siguiente de la bronca en el puerto, en Morelia, una caguama le pasó zumbando a Rubens Sambueza. ¿Quién permitió a un individuo coger esa botella grande de vidrio dentro del estadio Morelos? Mientras en este país permisivo sigamos sin tener educación y civismo, seguirán ocurriendo incidentes graves. Los estadios mexicanos son caldo de cultivo para la violencia, inevitable reflejo del clima hostil que se vive de costa a costa y de frontera a frontera. La Liga mexicana tiene que poner de su parte imponiendo castigos ejemplares y no irrisorias llamadas de atención. Ojalá reaccione pronto.
heribertomurrieta65@gmail.com