Para poder poner en contexto la testicular respuesta de Paco Jémez el viernes pasado en Tijuana tras una nueva caída del Cruz Azul, habría que saber exactamente cuál fue la pregunta del reportero que le “calentó los cascos” —como dicen en su país— al estratega español.
“Mis jugadores son grandes profesionales que cada vez que se ponen la camiseta de Cruz Azul, dejan los huevos en el campo, así que no voy a permitir que pongan en entredicho su compromiso y tampoco permitiré que les falten al respeto”, dijo, exaltado.
Si el cuestionamiento no llevaba mala leche, resultó un tanto desproporcionada la contestación del conductor de La Máquina Cementera. Pero si ésta llevaba guasa, entonces se puede entender la reacción del técnico canario. Dentro de todo, sorprende positivamente la forma tan apasionada con la que salió en defensa de sus jugadores. Comprometido el hombre, apretando los marfiles.
Indiscutiblemente, la falta de espíritu de algunos futbolistas azules en los últimos lustros, propició una imagen de mandanga que ha fustigado a uno de los equipos grandes del futbol mexicano. Han sido unos “huevones”, para no salirnos del tema.
No es la primera vez —y seguramente no será la última— que Jémez habla de “huevos” en conferencias de prensa. En octubre de 2010, después de una derrota del Rayo Vallecano, soltó lo siguiente: “Cojones, que los árbitros no se equivoquen siempre con nosotros, que repartan un poquito, somos los tontos de la categoría”.
En diciembre de 2014, con cierta obsesión glandular, después de un tropiezo ante el Valencia en el campo de Mestalla, señaló: “Para que yo hable mal de un árbitro es que tiene que estar mal de cojones, y el de hoy nos ha perjudicado”.
Hay más en la reja: “Me juego mis dos huevos a que haremos un gran partido en el Bernabéu”, declaró antes de enfrentar con su modesto equipo del barrio de Vallecas al Real Madrid en diciembre de 2015. Concluyó aquella comparecencia ante los medios con nuevas palabras “ovaladas”: “El día que repartieron cerebro me tocó poco, pero cuando repartieron huevos, me tocaron los más gordos”, se ufanó el personal entrenador de la cabeza rapada.
No cabe duda que Jémez los tiene bien puestos. Le pesan. En México existe una expresión que le queda: “Qué huevos tan azules”. Pues eso. Es un técnico audaz y proponedor, con esa sangre caliente que necesita el Cruz Azul para romper el maleficio de tantos años sin ser campeón.
Acá, las palabras de origen náhuatl tenate y tompiate (que significan cesto de palma o tule), derivaron en “tanate” y “tompeate”, para referirse a los testículos. Los bravos de una porra colgaban mantas en los estadios con una leyenda que describía al Atlante de antes: “Corazón y güevos”, con g, bravía aportación del barrio a la acartonada ortografía convencional. Como quieran llamarles, qué importantes e indispensables son en una cancha de futbol.
Ya lo dijo Elena Poniatowska: “Una de las claves del éxito en la vida es tener dos de todo”.
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