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El sábado pasado en el estadio Hidalgo se metieron a la cancha primero un perro y luego un gato, teniendo que interrumpirse momentáneamente el partido entre el Pachuca y los Jaguares de Chiapas, correspondiente a la jornada 2 del torneo. Lo primero que le pasó por la mente al técnico felino, Sergio Bueno, fue que la invasión de las mascotas había sido planeada, y expresó que el incidente le había hecho recordar las cosas que pasaban con frecuencia en el futbol mexicano en los años setenta.
No dio nombres, pero todos recordamos automáticamente los ardides de don Nacho Trelles, venerable santón del balompié nacional. Zorro sabio, la mente astuta, terror de los árbitros, interruptor de juegos, enfriador de los contrarios, hielero de contiendas candentes, brujo de las malas artes y a la vez prohombre íntegro y profesional, Trelles lanzaba balones a la cancha o se lanzaba él mismo a la grama para cortar el ritmo a los rivales, sacándolos de sus casillas. Y cuando la policía se lo quería llevar a los vestidores, el entrenador tapatío se hacía del rogar.
Una vez que pasó la calentura, Bueno rectificó y aclaró que el Pachuca no necesitaría de ese tipo de artimañas para sacar ventaja en un partido. Y entonces, lo de aquella fauna enemiga se redujo a simple anécdota dentro de la picaresca del deporte de las patadas.
Adeudos. En entrevista, Sergio Bueno decía que la situación de los adeudos a los jugadores chiapanecos se está regularizando poco a poco y que todo está “prácticamente” en regla. En estricto sentido reglamentario, los Jaguares de Chiapas no deberían estar compitiendo en el actual torneo. Ante ello, será interesante conocer en las próximas horas las aclaraciones de Carlos López Chargoy, propietario del club. Qué bueno que dé la cara, porque entre lo que es cierto y es cuento, la escuadra de Tuxtla, más que en la selva, está metida en un berenjenal.
Mercadotecnia mata tradición. Los colores forman parte intrínseca de la identidad de un equipo de futbol. La percepción cromática llama la atención a primera vista. De hecho, cuando se le pregunta a una persona por qué se aficionó a tal o cuál equipo, no es raro que responda que lo primero que le llamó la atención fueron sus colores.
El América, subcampeón del futbol mexicano, lleva nada menos que 100 años jugando de amarillo, pero ahora resulta que inició el flamante torneo vistiendo de verde fosforescente en la remozada cancha de Toluca. ¿Qué tiene que ver esa tonalidad con la historia del América? El verde es más identificado con el León, el Zacatepec, el viejo Laguna, los Jaguares o la Selección Nacional.
No logro entender ni puedo admitir las “innovaciones” mercadotécnicas que atentan contra la identidad y la tradición de una institución centenaria con tanta historia. Es un contrasentido y un despropósito. ¿Tradición y mercadotecnia no pueden convivir, complementarse?, ¿por qué ese afán por enterrar lo clásico? Ojalá que los manejadores del club, que son americanistas de toda la vida, rectifiquen sobre este verdinoso aspecto y entonces no volvamos a ver a las águilas verdes en lo que resta de la temporada.
Verde que te quiero verde, dijo García Lorca, y si la marca Nike dice verde, verde será, importándole un pepino (verde) la tradición. Pero atención, ese color en el uniforme del América no tiene absolutamente nada que ver.
heribertomurrieta65@gmail.com