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El Cruz Azul y sus seguidores han sido calificados de apáticos y fríos. Por eso llama la atención el enérgico llamado que realizó un partidario de La Máquina en las redes sociales para que los aficionados vayan vestidos de negro este sábado al estadio Azul a ver el duelo contra el Pachuca, en señal de protesta por la acumulación de fracasos en los últimos años. El tono y las palabrotas del aficionado reflejan intensidad y hartazgo.
Lo del ropaje negro es una forma pacífica de demostrar su inconformidad. Es decir, no dejan de asistir, ni de apoyar, ni de celebrar los eventuales goles, pero expresan un sentir a través de la vestimenta oscura. El que quiera azul celeste… que vaya de negro.
Carlos Hermosillo, referente histórico del conjunto cementero, que llegara a jugar una final de campeonato con dos costillas fracturadas, se unió a la enlutada iniciativa. En entrevista, me expresó que quizá no es querido en el seno de la institución por su postura crítica como comentarista de televisión hacia lo que sucede en La Noria a nivel directivo y en la cancha. Postura que proviene del enorme cariño que le tiene a los colores. A veces, lejos de dejarse cegar por ese sentimiento, uno es más crítico con el equipo que ama.
¿Qué tantos aficionados cruzazulinos irán vestidos el sábado con ropa lúgubre?, ¿qué tan grande será la mancha negra en las tribunas del “Coliseo de la colonia Nochebuena”?, ¿qué utilidad tendrá su repentina combatividad?
Anticlimático. Edwin Cardona, el jugador colombiano del Monterrey que ha tenido un desempeño apenas regular durante el actual torneo, se fue con su familia de vacaciones a Cancún al no ser considerado por el técnico Antonio Mohamed para el partido del fin de semana pasado contra los Tigres.
Dijo Cardona que en su tiempo libre está en su derecho de hacer lo que se le dé la gana. Y tiene razón. Un jugador se puede ir a China en sus días de descanso, siempre y cuando regrese a tiempo al siguiente entrenamiento.
Aquí el problema fue la falta de tacto. Y de paso, el pobre desempeño. Lo ideal como integrante de un grupo era estar cerca de sus compañeros y apoyarlos, más tratándose de un Clásico y con la consciencia de que su nivel ha sido bajo. Esto huele a un desafío al entrenador. En cualquier caso, parece que los días del mediocampista sudamericano en La Sultana del Norte pudieran estar contados.
Olé en el futbol. Dos libros de excelente acabado realizados por Gabriela Saavedra ha publicado el Club América para celebrar su centenario. Magnífica impresión, abundante iconografía y la garantía de una profunda investigación periodística con la pluma de Carlos Calderón.
A quienes nos gustan los toros y el futbol fue revelador encontrar en la página 59 del tomo 1 el origen del grito de “olé” en los estadios futboleros. Resulta que en la final de Copa de 1938 contra el España, el portero americanista Rafael Mollinedo lanzó su gorra a los porristas de la tribuna semejando el brindis de un matador, para dedicarles a éstos su actuación en un penalti que se disponía a ejecutar “El Pato” Gual, quien se burlaba de él, advirtiéndole que ni siquiera iba a ver pasar el balón. Mollinedo atajó y el árbitro ordenó repetir la ejecución. El segundo tiro también lo detuvo y entonces surgieron los olés de los aficionados americanistas, que lo sacaron a hombros al final del juego como todo un torero.
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