Más Información
En términos generales, las cosas salieron bien la noche del lunes pasado en el Estadio Azteca, donde se realizó el partido de temporada regular entre los Raiders y los Texans, con victoria para los ‘malosos’ por 27 a 20.
El todavía vigente escenario lucía fantástico, con nuevos palcos y pantallas de gran nitidez. Ver así el Azteca es un gran espectáculo. La iluminación general, si acaso un poco débil. El encuentro se jugó sin contratiempos. A Televisa le quedan dos años de contrato con la NFL y no hay ningún motivo para pensar que ese acuerdo pudiera verse afectado. México está capacitado para organizar este tipo de grandes eventos.
Después de días gélidos, el clima ayudó a los casi 80 mil asistentes que colmamos las tribunas del enorme coliseo. La mayoría apoyaba a los Raiders. Más parecía la celebración del Día de Muertos, con tanto aficionado con la cara maquillada de calavera. No faltó el funesto ‘folclor’ nacional con el burdo grito de “puto”, cuando el pateador del equipo visitante despejaba el ovoide. Lamentable tradición futbolera trasladada al improvisado emparrillado. Éxtasis del relajo que caracteriza a un numeroso grupo de maleducados. Mientras más se les sugiere que se abstengan, más lo hacen. Cabe aquí hacer un paréntesis. En lugar de buscar salvoconductos como argumentar ante el TAS que la connotación de la palabra “puto” no es ofensiva, la Federación Mexicana de Futbol debería insistir en campañas creativas para erradicar la exclamación generalizada en los estadios.
Una nueva modalidad del carácter festivo del público mexicano fue el lanzamiento de centenares de avioncitos de papel de color rosa hacia la grama en pleno partido, algo que en nada interfirió con el desarrollo del juego.
Lo que sí resultó problemático fue la llegada a Santa Úrsula. Caos vial en todas las arterias que circundan al coloso. Tuvimos que caminar varias cuadras para llegar a la interminable fila para ingresar. A través de Ticketmaster, se había cobrado la elevada cantidad de mil 184 pesos por un lugar dentro del gigantesco estacionamiento. Vimos a muchos automovilistas teniendo que pagar por estacionarse en la calle. En ningún país he visto que te cobren por aparcar en un espacio público. El coyotaje se apodera de las calles, coloca ladrillos o cubetas para apartar distintas áreas y se dedica a extorsionar a los desesperados conductores que no tienen de otra que apoquinar. O te dejas caer con una lana o te rayan el auto. ¡Qué país éste!
La verdad es que no fue tan tardada la revisión en el control que se instaló en el estacionamiento alterno del lado del Periférico. Y los señalamientos eran claros para acceder al inmueble. Escucho quejas de la desorientación de los acomodadores, pero a nosotros nos tocó una mujer amable, que nos llevó de inmediato a nuestros lugares. Quizá faltó energía para impedir que algunas personas permanecieran de pie y taparan la visibilidad, como aquel hombre disfrazado de Darth Vader que, según cuentan, apareció varias veces en la transmisión de televisión.
Menos mal que nos salimos cuando faltaban cinco minutos para que terminara el último cuarto. Si no, quizá seguiríamos afuera del Azteca esperando un taxi o un Uber, lo que llegara primero.
heribertomurrieta65@gmail.com