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Anodino, intrascendente, así fue el partido del martes contra Panamá en el hexagonal de Concacaf rumbo al Mundial. Al equipo mexicano le faltó cohesión. Habría que buscar con lupa una jugada colectiva de varios toques en los 93 minutos de aburrido trajín. Javier Hernández fue un náufrago abandonado allá en las soledades del frente ofensivo.
Las rotaciones, obligadas o no por las circunstancias, hacen que se dificulte conseguir el indispensable juego de conjunto que todo equipo de futbol necesita para funcionar. La Selección inició con cinco cambios en comparación con el juego del viernes pasado en Columbus. Estos cambios recurrentes de un partido a otro propician que no haya habido un solo partido redondo del equipo mexicano bajo el mando de Juan Carlos Osorio. Si acaso podemos rescatar el primer tiempo del duelo contra Uruguay y el primer lapso del encuentro ante Estados Unidos del viernes pasado.
A este equipo le falta pues, hacer partidos redondos. Aun así, los números están de su lado y haber ganado en Estados Unidos trajo oxígeno puro al conjunto nacional y a su entrenador. El Tricolor va que vuela al Mundial en la patria de los zares.
Difícil decisión. Después de mucho tiempo sin ser convocado a la Selección, Carlos Vela se fue de la concentración en plena eliminatoria mundialista. Razón de peso: el nacimiento de su hijo en España.
Ver nacer un hijo es un momento sublime. Con nada se puede comparar el estar presente en el parto para presenciar la llegada de un heredero, sangre propia en otro ser humano. Sin embargo, muchos jugadores en la historia, obligados y comprometidos con su profesión, no han estado presentes en la llegada al mundo de sus hijos porque el día del nacimiento coincidió con algún partido. Actualmente hay permisividad en la Selección Nacional.
Es una decisión muy personal, pero queda la pregunta: ¿En el código y el ADN del futbolista cabe la concesión de abandonar la concentración en las circunstancias antes descritas?
Fracaso. Como señaló Jorge Vergara, la salida de los clubes mexicanos de la Copa Libertadores de América es un fracaso de la Confederación Sudamericana de Futbol. Fracaso y retroceso, añadiría. El roce internacional, la dificultad de las canchas, la presión de los públicos y hasta los arbitrajes en contra, hacían crecer a los clubes mexicanos, por mucho que algunos prefirieran llevar suplentes.
La modificación en el calendario (ahora la Copa se jugará todo el año en 2017) acabó por aniquilar a los equipos de acá. 18 años duró el gusto de tener a México en la Libertadores. En ese año, Alejandro Burillo gestionó la presencia tricolor, lo que significó un gran paso para el futbol mexicano en términos de internacionalización.
heribertomurrieta65@gmail.com