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En su afán por dar un primer golpe de atención, la flamante televisora Imagen presentó una entrevista con Víctor Manuel Vucetich, el técnico de los Gallos del Querétaro, en pleno partido contra el América, el sábado pasado en el campo de La Corregidora.
El reportero Enrique Sánchez Vera, quien por cierto se desempeña con simpatía y desparpajo en las mañanas en la radio haciendo mancuerna con Martín Espinosa, fue expulsado por el árbitro Jorge Isaac Rojas.
Lo que resultó increíble es que Vucetich se prestara a dar la breve entrevista. Un técnico no debe perder detalle del juego. El futbol es un deporte tan azaroso y lleno de circunstancias que en cualquier momento puede cambiar el rumbo de un encuentro. ¿Qué hubiera pasado si el América anota durante la entrevista?
Por lo pronto, el Querétaro, que se instaló en la final copera tras vencer dramáticamente en penaltis al Toluca, deberá pagar una multa de 146 mil pesos por violar el reglamento de la Federación Mexicana de Futbol, al permitir la charla con Vuce mientras se disputaba el cotejo.
Genial. En ese duelo se estrenó como narrador Alí Fernández, hijo del legendario cronista Ángel Fernández, fallecido hace 10 años. Más allá de la enorme polémica y polarización que provocó el excéntrico Alí, fue inevitable recordar a su padre, genio de la crónica futbolera en español.
Grandilocuente y pirotécnico, Ángel logró que los partidos más tediosos se convirtieran en grandes espectáculos televisivos, gracias a su inagotable creatividad y a su fondo literario, que le permitía imponer sobrenombres muy atinados. Es mejor poner 15 apodos buenos, bien pensados, que 100 regulares, como hacen algunos narradores de la actualidad. Algunas de sus narraciones son verdaderos clásicos de la televisión deportiva.
Juglar con pulmones de acero, alargó el grito de gol hasta el infinito acústico de la tele. Para el televidente, aquella exclamación era como algo perturbador que continuaba aún durante “la gloria de la repetición”. Nunca desafinó, a pesar de la altura de los decibeles, porque sabía utilizar esa voz metálica de peculiar tesitura. Y se puso de pie cuando el lance en la cancha lo ameritó. Si el maestro viviera, actualmente tendría 90 años de edad.
Insostenible. Tomás Boy se fue del Cruz Azul denunciando una “campaña de odio” en su contra que sólo existe en su imaginación. En realidad, Tomás cavó su propia tumba y será muy difícil que en el futuro vuelva a dirigir a un equipo grande. También es verdad que el actual plantel cruzazulino no es ni remotamente tan fuerte como pudiera parecer.
Boy nunca se ha caracterizado por ser humilde, pero se volvió aún más soberbio mientras dirigió a la inoperante Máquina Cementera. Sus desafortunados shows y sus desproporcionadas acciones acabaron por volverse en su contra y por desgastar seriamente su imagen.
heribertomurrieta65@gmail.com