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Hace 15 años murió Jesús el “Ciego” Muñoz, un personaje único de la fiesta de los toros.
Cansado de pedir su “luz”, se apagó para siempre la suya, el 2 de agosto de 2001, cuando contaba con 85 años de edad. Esa “luz” que lo iluminaba no era otra cosa que una cuota o una propina que recibía de la gente del toro para difundir su información. Un viejo teléfono de disco en distintos caserones o en el céntrico hotel Coliseo de la Ciudad de México servía como receptor de la información que Jesús se encargaba de diseminar en distintos periódicos. El “Ciego” no tenía empacho en agregar una que otra orejita para agrandar el triunfo de algún torero. Si con los lentes de doble aumento no alcanzaba a leer sus notas tomadas al vapor para transmitirlas en su programa radiofónico dominical, resolvía “en la cara” con generosidad: “Fulanito cortó una oreja, ¿o fueron dos?, ¡bueno, pues le ponemos dos, faltaba más!”, y se quedaba tan fresco como una lechuga. Y cuando iba a dar la ficha del festejo celebrado en Maravatío, empezaba con una exclamación nostálgica, “Ah, Maravatío”, como recordando alguna aventurilla juvenil en aquella población michoacana.
Eran tiempos donde no existía en las plazas tanta presencia mediática ni internet, y había que confiar en los falsos o exagerados reportes telefónicos que le pasaban los apoderados. Su mencionada emisión la compartía en su última etapa con el amigo Martín Morales. El hijo de “Clarinero” telefoneaba a Muñoz para salir juntos al aire, y entre las fallas en la línea y las distracciones de nuestro bohemio personaje, surgían momentos tragicómicos.
Hermano de José el “Negro”, torero, declamador y taquero, el guanajuatense Jesús Muñoz era inconfundible. La greña larga y escarolada, bigote desordenado y piocha con pelos de alambre, ajustados el sombrero y el paliacate, picudas las botas. Hablaba con voz aguda y “chocheando”. Había perseguido el sueño de ser torero e inspiró al gran Luis Spota para crear el personaje de Pancho Camioneto en la soberbia novela de 1952, cuyo título evoca la célebre frase del sevillano Manuel García el “Espartero”: “Más cornadas da el hambre”. Dueño de una gran personalidad, fue hombre enamoradizo, de poética vena, amante de las tertulias. Y su vida estuvo plagada de anécdotas.
Tras su muerte, su hija Bernarda se quedó al frente de la Agencia Muñoz. Da continuidad a la labor de su padre con un entusiasmo desbordante.
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