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Hace unos días, Cirilo Saucedo se quejaba de que los jugadores mexicanos tienen un solo día para arreglarse con algún equipo, a diferencia de los extranjeros, que cuentan con todo julio para hacerlo.
El portero, que recaló en los Bravos de Ciudad Juárez de la Segunda División, lleva razón. Qué bueno que alce la voz. Nadie lo hace. Nuestro malinchismo se refleja en distintos ámbitos y también en el futbol.
A la manga ancha de los directivos para seguir elevando indiscriminadamente el número de extranjeros y naturalizados en la Liga, se añaden este tipo de situaciones oprobiosas. El problema no son los extranjeros en sí. Lo que ocurre es que muchos de esos fuereños no son de excelente calidad, sino que llegan al país a través de negocios millonarios de promotores que cuentan con el visto bueno y la complicidad económica de los dueños de los clubes. Que luego no se quejen cuando falten elementos elegibles para la Selección Nacional.
Más allá de ese tópico, llama la atención que un portero de buen nivel como Cirilo no haya encontrado cabida en un club del máximo circuito. Peor es el caso de Édgar Gerardo Lugo, quien se quedó con un palmo de narices y ni siquiera fue fichado por el conjunto fronterizo, como le habían prometido en un principio. Tanto Saucedo como Lugo podrían haber encajado perfectamente en cualquier cuadro de la Primera División.
No a la rotación. Ignacio Calderón es voz autorizada para hablar de la portería de la Selección. Más de diez años como titular del Tricolor lo respaldan. Sólo Antonio Carbajal defendió más tiempo el arco nacional. Nacho me dijo en Guadalajara que su favorito para la cabaña verde es Alfredo Talavera. Pero habló de un tema toral: la famosa rotación impuesta por Juan Carlos Osorio.
Calderón acepta los cambios lógicos y necesarios de jugadores de campo durante los partidos, pero está totalmente en contra de la rotación de porteros. Y es que el guardameta es el punto de partida, el primer hueso de la columna vertebral de un equipo, el que tiene que jugar siempre para acrecentar su liderazgo y ganar en confianza, colocación y entendimiento con su defensiva. Mientras más frecuentemente juegue el arquero, más conocerá y ordenará a sus defensas en el terreno de juego. El ‘Coco’ Rodríguez fue su eterno suplente, como Armando Franco lo fue de Rafael Puente o Enrique Meza de Miguel Marín. Así es. En un equipo hay titulares y suplentes. ¿De qué le sirve a un jugador luchar por la titularidad y brindar un gran partido si al siguiente encuentro puede ser enviado a la banca?
Por muy parejo que sea el nivel entre arqueros como Corona, Ochoa y Talavera, tiene que haber un titular. Después del 7-0 ante Chile, se mirarán con lupa de gran aumento las decisiones tácticas de Osorio y el ‘cambiadero’ de jugadores de un partido a otro.
heribertomurrieta65@gmail.com