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A finales de noviembre de 2014, dos grupos criminales del estado de Guerrero, Los Rojos y Los Ardillos, sostuvieron un enfrentamiento en Chilapa de Álvarez. Noticias de que en la comunidad El Paraíso se estaba llevando a cabo un tiroteo, llevaron al lugar al Ejército y a la policía preventiva municipal.
Las autoridades sólo encontraron en El Paraíso restos de la batalla: armas abandonadas, varios cargadores, cartuchos útiles, algunas granadas. No había muertos, tampoco heridos.
Unas horas más tarde una llamada anónima informó que había varios cuerpos humanos incinerándose sobre la carretera Chilapa-Chilpancingo. Se trataba de once cadáveres decapitados. Había un mensaje para Los Ardillos, escrito con pintura roja: “Ahí les va su basura, jajajaja”. Lo firmaba La Mera Riata.
Desde julio de ese año había antecedentes de que en municipios como Chilpancingo, Tixtla, Chilapa y Eduardo Neri, Los Rojos y Los Ardillos peleaban por la venta y la producción de droga, el cobro de piso, la “piratería” y el secuestro.
Reportes oficiales indicaban que el área de influencia de Los Ardillos era la zona de Quechultenango.
En mayo de este año, unos 300 Ardillos irrumpieron en Chilapa —el poblado por el que pasa la amapola que se siembra en la montaña— y se llevaron, según los testigos, a 30 personas.
Los líderes de ese grupo criminal son los hermanos Celso y Antonio Ortega Jiménez. Celso y Antonio tienen un hermano que ostentó un alto cargo, la presidencia del Congreso del estado, el diputado perredista Bernardo Ortega Jiménez, nombrado en septiembre de 2012 por el entonces presidente del PRD, Jesús Zambrano, y afiliado a la corriente Nueva Izquierda.
Ortega Jiménez no niega su parentesco con los líderes de Los Ardillos, aunque afirma que no tiene nada que ver con ellos.
El ex presidente del la Comisión de Gobierno del Congreso guerrerense despotricó hace unos meses contra Los Chuchos porque éstos se negaron a postularlo como candidato a diputado federal por el distrito 07 —que comprende Quechultenango y Tixtla, entre otros sitios en poder de Los Ardillos: los líderes perredistas no querían arriesgarse a postular a un nuevo José Luis Abarca.
“Está cabrón esto, necesita uno ser gusano para que puedas ser tomado en cuenta”, posteó Ortega Jiménez.
El grupo criminal —que según una grabación filtrada hace unos días se habría dirigido a la Normal Rural de Ayotzinapa para “levantar” alumnos de esa institución supuestamente relacionados con Los Rojos— fue fundado por Celso Ortega Rosas, La Ardilla, precisamente en Quechultenango, municipio del que su hijo Bernardo fue presidente municipal entre 2000 y 2005.
Durante 20 años, la organización criminal se dedicó sobre todo al secuestro y la extorsión. Ortega Rosas entregaba un ultimátum de 24 horas para que sus víctimas salieran del inmueble que habitaban. “Una vez que las víctimas se iban, los delincuentes los ocupaban”, informó la Secretaría de Seguridad Pública. Los despojos eran cometidos con total impunidad.
En esa zona de Guerrero todos sabían qué grupo político se hallaba detrás de Los Ardillos.
El padre del legislador fue detenido en 2008, en compañía del policía municipal de Quechultenango Ubaldo Nava Sandoval. Habían raptado a una mujer. Estaban en poder de armas, equipo de radiocomunicación y gorras con siglas de la AFI. A Ortega Rosas se le acusó de secuestro y también del homicidio de dos agentes de la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, SIEDO, que realizaban acciones encubiertas en la zona centro de Guerro, y cuyos cuerpos fueron econtrados calcinados, en agosto de 2007.
Cosas de la justicia mexicana: a pesar de la gravedad de los crímenes, La Ardilla quedó en libertad tres años más tarde.
No le sirvió de mucho. El mismo mes en que pisó la calle fue asesinado a las puertas de su domicilio “por un comando armado”: un capítulo de la guerra contra Los Rojos, una guerra que en los últimos años no ha hecho sino crecer.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com