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La alianza se rompió a fines de 2015. Colima fue el estado en el que comenzó la guerra entre dos antiguos aliados: el Cártel de Sinaloa, CDS, y el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG: entre el cártel de El Chapo y el que dirige Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho.
Manzanillo, el puerto por el que entran ilegalmente al país contenedores repletos de estupefacientes y precursores químicos provenientes de Sudamérica y Asia, fue la manzana de la discordia.
En septiembre de ese año se abrió una página en Facebook. Se titulaba: Sinaloa ya está en Colima. Advertía que un enviado del Cártel de Sinaloa, El R-18, se había reunido en un hotel de Manzanillo con uno de los líderes de La Familia Michoacana,
Gerardo Mendoza, El Flaco, y que ambos habían decidido iniciar una “limpia” en el puerto.
Según se leía en la página, llegaba La Barredora a Colima para detener “el cobro de piso a los comerciantes, exterminar a los extorsionadores, violadores, secuestradores, robos a transeúntes e integrantes del CJNG”.
Al mes siguiente, el ex gobernador priísta Fernando Moreno Peña sufrió un atentado mientras desayunaba en el restaurante Los Naranjos. Dos sujetos que se movían en una motocicleta le metieron varios tiros en el tórax y en el cuello. Moreno Peña había sido señalado como autor intelectual del atentado contra otro ex gobernador: Silverio Cavazos.
Las investigaciones revelaron que el atentado contra Moreno Peña había sido ordenado precisamente por el hombre con el que El R-18 se había reunido para decretar la “limpia” de Colima: Gerardo Mendoza, El Flaco.
Según una versión publicada en El Financiero por el experto en temas de seguridad Eduardo Guerrero, un día antes del ataque al ex gobernador Moreno, El R-18 localizó el sitio en donde Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, iba a sostener una reunión, y fue por él en un convoy integrado por más de 50 camionetas.
El Mencho, dice la versión, logró escapar, pero 20 de sus sicarios fueron ejecutados.
A principios de 2016 se registraba en Colima un asesinato cada once horas y a través de YouTube se divulgaban corridos dedicados a ensalzar la figura de El R-18 y comunicar que “Sinaloa ahora está en Colima, por si acaso no sabían / aquí les dejo el recado”.
En febrero pasado, supuestos integrantes del Cártel de Sinaloa se acreditaron varios asesinatos: “el Jim de Barrio 3, Tyson de Las Brisas, que se quedó tirado por la antigua caseta, El Chaparro de Tapeixtles, los dos de La Floreña, dos de El Caimán por la Machetera”, y acusaron a El R-18 —también a través de un video publicado en YouTube— de ser un impostor que “a nombre de nuestra empresa… se ha dado a la tarea de dejar bolsas con restos de gente inocente”.
Los autores del mensaje, “los verdaderos Sinaloa”, anunciaron que iban a iniciar una cacería en contra de la gente de El R-18: “sus familiares, amigos licenciados y todos los que se vinculen con él”.
El estado se ha visto sacudido desde entonces por la disputa entre diversos grupos criminales.
En ese contexto se dio la llegada del hijo de El Chapo Guzmán, Alfredo Guzmán Salazar, a Puerto Vallarta, una ciudad que se encuentra bajo el domino del Cártel Jalisco Nueva Generación.
¿El secuestro del hijo de El Chapo es un episodio más de la guerra iniciada en Manzanillo? ¿Fue perpetrado por miembros del CJNG o bien por una facción del propio Cártel de Sinaloa que se encuentra en pugna con El Chapo?
El analista Eduardo Guerrero no descarta la posibilidad de que el secuestro busque presionar a El Chapo a fin de evitar que revele información sensible a las autoridades estadounidenses al momento de ser extraditado.
En todo caso, la privación de la libertad de Guzmán Salazar y sus acompañantes en el restaurante La Leche, nos echa a la cara esa parte del país donde la única ley son los intereses criminales.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com