Nadie podría imaginar que un partido contra la débil y pobre selección de Honduras representara el mayor reto para Juan Carlos Osorio. Simplemente, no ha podido ganar un méndigo partido a eliminación directa. Esta es la tercera, la vencida en todos los aspectos. Porque, de perder, se enturbiaría aún más el enrarecido ambiente de la Selección Nacional, en la que sería muy poco probable y entendible que lo sostuvieran para la Copa del Mundo.
Osorio ya tiene un argumento sólido para justificar una posible derrota, ya sea en cuartos de final, semifinal o hasta en la final de esta deslucida Copa Oro 2017; entendible, pero lleno de falta de autocrítica. Según el colombiano, el no haber prestado a los futbolistas que él requirió como refuerzos para este torneo representa la nula colaboración del medio. No entienden que era para el bien del futbol mexicano, de los jugadores y los propios clubes de la Liga MX. Este concepto es el que viene manejándose, desde el sábado en conferencia de prensa, por el técnico. Sin embargo, todavía no hay una explicación sensata para la escasa planeación que se hizo con miras a la Copa Confederaciones y Copa Oro.
Una simple pregunta: si sabía perfectamente que los jugadores no iban a estar en dos torneos ¿para qué demonios convoca a Oribe Peralta a la Confederaciones, en la que jugó 162 minutos? ¿Para que Jürgen Damm jugara 90 minutos? ¿Para que no jugara Cota? Ellos eran los refuerzos que solicitó. El propio Aquino, aunque éste ni en la lista previa de la Copa Oro apareció.
Pésima planeación desde la oficina de la Selección Nacional. Inentendible que no haya quien ponga un alto en esto, que nadie se dé cuenta que simplemente se los “chamaquearon”, porque Estados Unidos —con un excelente plan de trabajo— dio a conocer que, en la segunda ronda, traería a sus verdaderas figuras, como Michael Bradley, Clint Dempsey y Tim Howard. Era tal el desconocimiento que Pompilio Páez no sabía, antes de irse a los partidos de preparación, que podían hacerse seis cambios al momento de clasificar a cuartos de final.
Hasta risa da lo poco planificado que está el futbol mexicano en algunos temas. En la Selección es evidente, porque cuando Decio de María quiso componer la plana, fue demasiado tarde y nadie le entregó a los futbolistas deseados por Osorio, pretexto ideal para la hecatombe del verano, en caso de una eliminación prematura.
Mañana, México se juega el prestigio. Enfrente estará Jorge Luis Pinto, un entrenador mañoso, y este equipo debe mostrar talento para salir adelante. Si los jugadores no entienden al entrenador, que salgan a jugar como saben, porque al final los que harán el ridículo son ellos.
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