De nada sirvieron tantas advertencias por parte de la FIFA sobre el grito “¡Eeeh, puto!” y las posibles sanciones que sufriría el futbol mexicano. Parece una caricatura el departamento legal de ese organismo, porque en la Copa Oro, torneo de una de sus confederaciones oficiales, todo indica que la ley es mexicana. Los aficionados hacen lo que se les pegue la gana y nadie hace nada para remediarlo. Hace unas semanas, en plena Copa Confederaciones, aseguré que era letra muerta la advertencia ambigua de la FIFA, porque nunca dijo cómo sería la sanción, porque tampoco estableció si iba a ser en contra de los aficionados o la Federación Mexicana de Futbol. Simplemente, fue el típico “Perro que ladra, no muerde”.
La Concacaf, en cambio, sí ha sido bastante clara. No habrá un castigo para el futbol mexicano de prevalecer el grito “¡Eeeh, puto!” en los próximos partidos de la Selección Nacional, en Denver, San Antonio, y los que se acumulen en Arizona y California, durante la segunda ronda, así como tampoco hará algún esfuerzo para detectar quiénes gritan en el interior del estadio, al reconocer que son todos, lo que hace imposible la localización de ciertas personas o grupos.
Así que nadie debe preocuparse. El grito que la FIFA considera homofóbico, para la Concacaf no lo es. Simplemente, en ese organismo ven con gran temor la posibilidad de castigar a su principal socio, al que genera más dinero que ninguno otro en el área, a la Selección de los dos países, la Selección de las dos aficiones.
Las enormes ganancias que deja en cada partido, amistoso u oficial, son un botín que nadie está dispuesto a perder. Son parte fundamental para que el negocio sea redituable.
La doble moral sigue siendo evidente en las organizaciones deportivas. En Rusia, la FIFA lanzó al mundo la intención de que esto no volviera a suceder, porque no es lo correcto, y creo que tiene razón, pero no puede ser que sólo se aplique cuando les conviene y saben que pueden controlarlo, como fue en la Confederaciones. Por eso es inentendible que Concacaf no aplique los mismos criterios. Era el momento de acabar con esta situación de una manera contundente. Si es un torneo de tanta pobreza futbolística, a México le podían restar tres puntos y no pasaría nada, seguiría clasificando a los cuartos de final. Tendría posibilidades de buscar el título. Sería un mensaje claro a los aficionados acerca de que las sanciones sí se pueden aplicar. No había mejor momento que ahora para hacerlo. Si debían castigar, era en esta Copa. Y así mostrar al mundo que sí tienen el valor de aplicar los reglamentos, pero —sobre todo— a los aficionados que se han venido pitorreando de las supuestas sanciones, que no han sido más que amenazas vacías, sin sustento, solamente para espantar, pero no para resolver el tema.
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