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Sí, cagones. Término que usa el propio futbolista para definir a compañeros de su profesión que no son valientes y que se arrugan al momento de tener que mostrar su hombría para disputar una pelota, para pegar un grito, para pelear por ganar, por defender.
Que se ponga el saco a quien le quede.
Por lo pronto, lo que ha hecho Walter Gargano más que valor, refleja cobardía. Al margen de si dice o no la verdad, lo que molesta es que lo diga en este punto y lo declare no en México, sino en su país.
Cuando todo está mal, cuando no juega, cuando quiere regresar a su país para jugar allá, resulta que le da por declarar que el entrenador le cobra por jugar.
¿Qué valor tiene —ahora— su denuncia?
¿Por qué no lo hizo cuando por “primera” vez lo vio o lo padeció?
Algunos jugadores de futbol son cómodos y acomodados. Luchan por la suya y van sólo por la suya.
Ahora es la guerra de palabras: las de Mohamed contra las del propio jugador.
Venga, salgan los oprimidos, denuncien los agraviados ahora que el agua los favorece, que la injusticia es llevadera. Debe haber muchos oprimidos, pero callados ante las arbitrariedades sufridas.
Que los jugadores se manifiesten cuando gozan de los beneficios de esos arreglos y no cuando les dejaron de funcionar. No lloren ahora como niños lo que no supieron manejar y defender como hombres.
Mientras la tranza, el cochupo, la dádiva, el chayote, y demás formas de tranzar favorezcan las intenciones de algunos, seguirán callados.
Señor Gargano, su intención es denunciar el abuso o presionar para lograr su salida. No es más que un acto de cobardía.
Tan bajo es el hecho que usted denuncia como lo que hace ahora. Compruebe lo dicho.
***En la foto: El volante uruguayo busca llegar al Peñarol, que ya lo pretende (ARCHIVO. EL UNIVERSAL)