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No, no es mi propósito el día de hoy referirme al enfrentamiento, todavía verbal, entre el dictador norcoreano, Kim Jong-un y Donald Trump, ni me interesa analizar el avanzado proceso de putrefacción del gobierno mexicano en todos los niveles, en este caso estelarizado por un viejo pillo conocido entre la mafia, como Yarrington. No, en semana santa es preferible abordar temas serios con sentido del humor y, en este contexto, nada mejor que traer a colación el caso de un divorcio a la mexicana que tiene aristas cómicas.
Al crecer la influencia de la liberación femenina los hombres nos hemos venido empequeñeciendo al extremo que ya existe la Liga Nacional de Maridos Golpeados por sus Mujeres (Linamagomu), los cuales intentan defender el primer derecho humano, el de su elemental integridad física, a través de los tribunales legalmente constituidos. Las penas corporales que el sexo débil impone al “fuerte” han requerido, en la mayor parte de los casos, una inmediata hospitalización de las víctimas para prevenir males mayores. Los jueces también han ordenado la separación conyugal imponiendo severas multas a las mujeres golpeadoras y hasta mutiladoras . ¿Cómo olvidar el caso, ya muy viejo, de la señora Lorena Babbit, esa linda criatura del Señor que le cercenó, salva sea la parte, a su esposo y todavía arrojó la invaluable obra de arte de la naturaleza por la ventana, en un arranque de furia sólo porque éste infeliz aporta-quincenas no le llevó los Corn Flakes a la cama servidos con leche descremada light, sí, sí, aquella que no produce colesterol? La acción un tanto cuanto excesiva de la señora Babbit, hizo que se acuñara un neologismo que hoy en día ya es de uso común: si no me cumples... te voy a babbitear... ¡Horror de horrores! A cerrar las piernas, hermanos queridos, hijos de la patria…
El contenido de las demandas de divorcio empiezan a cambiar según avanza el tiempo. Las mujeres exigen indemnizaciones nunca antes vistas, como las que se desprenden del caso que me apresuro a narrar a continuación:
Una abnegada esposa mexicana hizo las siguientes cuentas en dólares, para evitar ajustes monetarios por el tipo de cambio ni caer en problemas de indexaciones económicas y poder fijar así en cantidad líquida el monto a pagar exigido judicialmente a su marido, por supuesto, también integrante de la Linamagomu en su carácter de presidente vitalicio por las mutilaciones, golpes, flagelaciones y quemaduras de tercer grado, propinados mientras aquél se encontraba dormido. ¿Quién puede descansar a pierna suelta (en toda la extensión de la palabra) con semejante ángel de la guardia al lado?
A) Señora Juez: como en los últimos 25 años mi marido me hizo el amor a título gratuito cuando menos 3 veces por semana, (una auténtica proeza en ese humilde gigante anónimo), entonces, calculando los mil dólares conservadores que cobran las prostitutas de las Vegas —no voy a compararme con las ofensivas pretensiones de las de la Rivera de San Cosme— vengo a demandar por ese concepto la cantidad de tres millones 900 mil dólares que resultan de multiplicar mil por tres por 52 semanas por 25 años. Durante todo ese tiempo mi próximo ex marido se ahorró el sueldo de una casquivana, por lo que se incrementó su patrimonio sin que yo me beneficiara económicamente en justa proporción a sus ahorros.
B) Tomando en cuenta lo que cobra una sirvienta por cocinar, lavar y planchar la ropa a razón de 500 dólares mensuales multiplicados por los mismos 25 años, exijo que se me pague la cantidad de Ciento cincuenta mil dólares.
C) Una buena institutriz no es posible conseguirla por menos de mil 500 dólares al mes, para formar, educar y sensibilizar a los niños de una familia. Sin perder de vista que yo eduqué durante los mismos 25 años a los hijos del mequetrefe éste, que dice ser mi marido, vengo a demandar el pago de 936 mil dólares US Cy. (No dólares canadienses ni Hong-Kong Dollars, ok?)
Además trabajé de enfermera, de chofer de niños, de sicóloga porque este infeliz ya no aguantaba a mi mamacita (ni yo tampoco a la suya, señora juez) ni a su jefe en la oficina. La hice, asimismo, de dama de compañía cuando tuve que pastorear a los socios extranjeros y a sus insípidas esposas y su odioso don’t say that, ¿really…? Esos extras ya no los cobraré por elemental generosidad…
Si este abusivo sujeto de mi condición de mujer se atreviera a apelar a la sentencia que usted amablemente se sirva dictar y se negara a pagarme la compensación económica a la que tengo derecho por haber dedicado mi tiempo a las labores del hogar, entre otras actividades más que nunca me proporcionaron diversión ni placer alguno, le confieso que él ya ha sido advertido que procederé a “babbitearlo” con una tijeras oxidadas y sin filo, para que también le produzca un justificado dolor la pellizcada con esa herramienta mágica. Como dicen ahora políticos demagogos: “por su bien que no apele…”
Ni viviendo mil vidas, señora juez, entre mujeres nos entendemos, me pagaría lo que me debe este estúpido animal, calzonazos, sacadólares, vendepatrias, bueno-para-nada y además columnista y contador de cuentos políticos: sólo eso me faltaba...
Por esa razón siempre he sostenido que mi esposa y yo fuimos inmensamente felices hasta que nos conocimos…
¡Feliz domingo de gloria…!
historiasreportero@gmail.com