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Estando de visita en España encuentro un mayor interés mediático que el acostumbrado en relación con la marcha del turismo. En la medida que la profunda crisis de años recientes va quedando atrás, parece claro que el turismo ha sido uno de los más importantes factores para animar la economía; en este orden de ideas es de destacar, por ejemplo, que en el reciente mes de mayo se registró la mayor creación de empleo para un mes de mayo con más de 223 mil nuevos empleos y uno de cada tres de ellos tuvo su origen en el sector de la hostelería, es decir, el alojamiento.
Por otro lado, el año 2016 marcó, también cifras record en lo que se refiere a la recepción de turistas internacionales alcanzándose la formidable cifra de más de 75 millones con un crecimiento anual de alrededor de 2 cifras. La combinación de estos resultados con el encarecimiento del dólar conducirá a que España alcance e incluso, posiblemente, rebase a Estados Unidos como el secundo captador de turistas en el orbe en dicho año. Y no sólo eso, en este 2017 el arranque de año ha sido espectacular considerando la madurez del destino, el crecimiento reportado hasta el mes de abril es de 11.2%; con ello y ante la contracción en el flujo de viajeros a Francia como efecto de los atentados terroristas de los dos años anteriores, están dadas las condiciones para que al concluir el año España pudiera figurar como el destino turístico líder mundial.
Sin duda este desempeño está relacionado con factores tanto externos como internos; sobre los primeros, no se puede ignorar que la inestabilidad de algunos destinos como Turquía y el norte de África han orillado a los viajeros a privilegiar lugares percibidos como más seguros; del otro lado, el trabajo sistemático en la mejora de los atractivos turísticos y la dotación de una infraestructura de primer orden, son ingredientes que se combinan con una adecuada relación precio calidad, para hacer de España un sitio por demás apetecible para el turismo.
Sin desconocer que el turismo realiza una contribución fundamental a la economía española —un poco más de 11% del PIB y alrededor de 13% de los puestos de trabajo—, la excesiva demanda tiene, de igual forma, consecuencias no deseables para la vida de algunos ciudadanos y genera distorsiones competitivas; dentro de las primeras es ya una referencia obligada el hartazgo de los habitantes de Barcelona que sienten una invasión de ‘hordas’ de turistas que afectan la convivencia cotidiana y en lo que hace a las segundas, la proliferación de viviendas que se ofrecen en alquiler a los visitantes en esquemas al amparo de la economía colaborativa —que en realidad suponen una competencia no regulada de manera suficiente— representa ya 11% del total de las llegadas y aunque no se puede estar contra la tecnología como mecanismo para llevar nuevos jugadores al mercado, la impresión de los empresarios formales es que la competencia se da con reglas inequitativas.
Con independencia de los retos antes comentados y de los que, de todos modos, no se puede estar ajeno, es posible desprender del modelo turístico español, algunas conclusiones que son una referencia obligada para nuestro país. En primer término, si bien es relevante el liderazgo en función del número de visitantes, lo es más el incremento del gasto medio, variable en la que se debe insistir en los próximos años y que depende de la calidad de los productos ofrecidos en el mercado; dicha calidad, por supuesto, tiene dos enormes desafíos: la seguridad que sigue siendo un aspecto de alta vulnerabilidad —aunque bajo cierto control en los destinos turísticos mexicanos— y, por otra parte, el rezago en la dotación de infraestructura en los destinos, particularmente, en aquellos emblemáticos en lo que se refiere a la recepción de turistas internacionales.
No es ningún secreto que el mercado turístico se caracteriza por su alta rivalidad y su feroz competencia de carácter global; en un ejercicio crítico deberíamos revisar bajo estos supuestos si la infraestructura y equipamiento de los destinos es de clase mundial y si no lo es, qué habría que hacer para consolidar el fortalecimiento de las capacidades locales y un trato justo en inversión pública para las localidades que generan una importante contribución en divisas, impuestos y empleos; de manera muy especial, Cancún y la Riviera Maya, Puerto Vallarta y Riviera Nayarit; y Los Cabos.