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Llegó, como cada año desde hace 42, la cita más importante —al menos aparentemente— del sector turístico mexicano: el Tianguis turístico que, como se recordará, luego de que la administración calderonista decidiera darle un formato itinerante, promoviendo que diferentes destinos buscaran su sede, la presente administración federal decidió otorgarle a Acapulco la canonjía de recibirlo cada dos años, tocándole el turno en este 2017.
Un desfile de fiestas, presentaciones, parafernalias oficialistas, cocteles, turismo político y, acaso, citas de negocios, forman parte de una coreografía repetida, en la que no faltan toques de innovación y contenidos de auténtico interés.
Muchos tianguis han pasado (he estado presente en 33) y me queda la sensación de que se hace necesaria una reflexión profunda sobre el para qué del evento. En estos años he visto la evolución de la feria de manera inercial y, con frecuencia, obedeciendo a ocurrencias; así, me ha tocado atestiguar que este foro es usado para dar espaldarazos políticos, para lanzar nuevas rutas turísticas (existentes sólo en la mente de los funcionarios), gobernadores proclamando públicamente las bondades de los casinos, anuncios presidenciales magníficos y no necesariamente cumplidos (en su primer tianguis Felipe Calderón dijo que el suyo sería el sexenio del turismo y unos meses después propuso al Congreso la desaparición de la Secretaría de Turismo), para la concreción de citas comerciales —fuera de Tianguis— conferencias de actores famosos —Kevin Spacey en 2014— y un sinnúmero de etcéteras.
Conviene recordar que, originalmente, el Tianguis surgió como un escaparate en el que se daba a conocer la materia prima turística del país a un conjunto foráneo de integradores de productos turísticos (tour operadores y mayoristas, en la jerga de la industria) y medios de comunicación; posteriormente se le trató de orientar hacia una feria comercial con un carácter profesional; y en los últimos años, teniendo una creciente participación de ‘compradores’ nacionales, el evento es una cita presente en el calendario turístico del país… aunque no necesariamente sepamos de qué va.
Los dramáticos cambios vividos en años recientes en torno a las tecnologías de la información y la incidencia de estos en la comercialización del producto turístico, han supuesto un auténtico desafío a la vigencia de las ferias turísticas. La distribución del producto turístico y la manera de hacer negocios entre quienes participan en la cadena valor del sector, no tiene nada que ver con el modelo vigente a principios de este siglo, sin ir más lejos.
Este cambio de paradigma ha sido insuficientemente reconocido en el diseño y operación del evento, al tiempo de que el hecho que el tianguis sea de todo y para todos, y en el que a veces pareciera privilegiarse lo político sobre el propiciar un ambiente de negocios (parece demodé el tener el área de exposición y negocios montada y cerrada un día completo para contar con la presencia del Presidente de la República en la inauguración), sugieren la conveniencia de revisar el sentido estratégico del Tianguis Turístico.
No tengo duda de la utilidad de la feria como el meeting point del sector y la conveniencia de aprovechar este emblemático evento para mostrar un respaldo político de primer orden, propicio para la buena marcha del turismo mexicano. Sin embargo, el no contar con objetivos estratégicos claros desvirtúa la eficacia del tianguis en el ámbito comercial, que era su supuesto terreno natural. Muchas cosas se dan por supuestas y no está claro si deberían seguir por el rumbo actual ¿Por qué en marzo y no en junio como solía hacerse en las primeras ediciones? ¿Debe ser solo para compradores internacionales? ¿Debe ser cada dos años en Acapulco sin que este destino tenga que concursar para ganar la sede? ¿Es una feria turística de todo y para todos?
Sin duda, no tengo las respuestas a estas y otras preguntas que se puedan hacer; no obstante, lo que me queda claro es que la revisión estratégica es necesaria y que en virtud de que el turismo es, sobre todo, una actividad que se realiza entre actores del sector privado, son los propios empresarios turísticos quienes deberían poner sobre la mesa el perfil del evento que necesita el sector. El buen momento del turismo mexicano y el talante proactivo del secretario de Turismo, Enrique De la Madrid, son dos elementos que deberían favorecer el desarrollo de esta tarea pendiente.
Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía, Universidad Anáhuac México.
@fcomadrid