A unas horas de que el reloj sexenal señale el fin de sus primeros dos tercios y, en consecuencia, el principio del fin de su ciclo, parece oportuno hacer una reflexión sobre el momento que vive la industria turística. Así, no se puede desconocer el que los resultados alcanzados por el turismo mexicano en estos años son, por demás, notables e inéditos; y deben ser valorados a la luz de lo que ocurre, tanto externamente –en un entorno mundial convulso en lo económico, en lo social y en donde la geopolítica pareciera estar en el umbral de cambios paradigmáticos, luego de los desenlaces electorales en Estados Unidos y el Brexit–, como ante el tibio comportamiento de una economía interna, golpeada por los bajos precios del petróleo y las consecuentes limitaciones de los presupuestos públicos, de la mano de una galopante corrupción que ha saqueado las arcas estatales y ante el hartazgo ciudadano por una clase política que no acaba de entender los niveles de desencanto que propicia su egoísta visión de la nación.

Mucho se podrá decir a favor y en contra de los resultados de la gestión gubernamental, pero la evolución de las llegadas de turistas internacionales y de los ingresos por visitantes internacionales del periodo que se comenta, mostrará, en ambos casos, un incremento superior al 50% (una vez y media más de lo que crece el mundo), lo que llevará a que México cierre este 2016, posicionándose –al menos– como el octavo país en recepción de turistas en el mundo. Asimismo, aunque nada a contraflujo de la economía, el turismo doméstico sigue creciendo.

El problema es que esta primavera no sólo no será eterna, sino que se ven señales claras de que su final, muy probablemente, está próximo; el crecimiento turístico mundial empieza a desacelerarse luego de la brutal caída de las llegadas en Turquía (30%), los efectos de los atentados terroristas en Francia que concluirán con una contracción anual en las llegadas a este, el primer destino mundial, en alrededor de un 3% o 4% y el fortalecimiento del dólar, que ha conducido a una caída del 10% en los primeros nueve meses de año en la Balanza Turística de Estados Unidos, que suele ser la más cuantiosa en el mundo, habida cuenta de que el turismo es la primera exportación de servicios americana.

Del lado mexicano, todos los modelos de predicción del Centro Anáhuac de Investigación en Turismo apuntan a que no es previsible que se mantenga en 2017 un crecimiento de dos dígitos en los flujos turísticos internacionales al país, como venía ocurriendo desde 2012. Y esto sin tomar en cuenta los probables efectos de una volatilidad económica mundial acelerada, ante la incertidumbre de las posibles decisiones del nuevo gobierno que encabezará Donald Trump.

Independientemente de lo anterior, parece inútil pues hacer cuestionamientos a la actual Administración Federal por los resultados turísticos alcanzados en el sexenio; sin embargo, lo que queda pendiente es analizar si se ha hecho lo suficiente para sembrar hacia adelante…

A primera vista, en este orden de ideas, hay dos acciones de política pública que sobresalen y que, efectivamente, suponen grandes puntos de quiebre en la preparación del futuro: seguir al frente, contra viento y marea, en la inaplazable decisión de contar con un nuevo aeropuerto para la ciudad de México y haber alcanzado un nuevo acuerdo bilateral aéreo –con una importante visión aperturista y de impulso a la competencia– con el proveedor del 60% del tráfico turístico para el país.

Sin embargo, quedan importantes retos por atender. Acaso el más crítico es el que tiene que ver con dar al turismo el lugar que se merece en la vida nacional. La traída y llevada condición de prioridad del turismo, sigue siendo un membrete y pareciera ocupar espacio solo en el terreno discursivo. Pobreza, marginación e inequidad son parte de una agenda inaplazable y en todas estos desafíos el turismo ha demostrado sus capacidades para construir soluciones. Ojalá en los dos años que quedan de la Administración se pudiera avanzar en el entendimiento institucional y de la sociedad de que el turismo es un instrumento eficaz para impulsar el desarrollo, pero que no germina por generación espontánea…

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac México

Twitter: @fcomadrid

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