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Es, por demás, evidente que la decisión de impulsar la obtención de la sede de unos Juegos Olímpicos y de otras emblemáticos acontecimientos de atención mundial, supone, como un objetivo principal, dar visibilidad a las ciudades y a los países, en lo que subyacen propósitos turísticos.
De igual forma, en un mercado turístico caracterizado por una competencia global e intensa, en el que se busca, incesantemente, la ‘distintividad’, las oportunidades que ofrecen las conmemoraciones de gran escala —mejor si son internacionalmente relevantes— debieran ser de alta valoración.
Así, por un lado hay un consenso en que la gesta olímpica de 1964 celebrada en Tokio sirvió a un proceso de presentación del Japón ante la sociedad mundial, luego de su derrota en la Segunda Guerra; de igual forma, tanto la realización de los Juegos Olímpicos de 1968, como el Campeonato Mundial de Fútbol de 1970, permitieron una nueva proyección de la imagen de México.
Por otra parte, la Cumbre de Río de 1992, la conmemoración del Bicentenario de la Revolución Francesa en 1989 o, incluso, la Exposición Universal de París de 1889 son actividades que marcan importantes hitos y que tienen el potencial para construir imágenes de país.
Ciertamente, sin negar que en algunos casos existen dudas sobre la viabilidad económica de este tipo de eventos, en todos ellos es posible reconocer una visión estratégica atrás, que con frecuencia está asociada a grandes propósitos de posicionamiento de la marca país, como por ejemplo en la sucesión de grandes eventos realizados en los primeros años del presente siglo en China que incluyeron los Juegos Olímpicos de 2008 y la Exposición Internacional de Shanghai de 2010; o en el mismo caso de Brasil —a pesar de las vicisitudes políticas y económicas que enfrenta el país— con el Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 y las competencias olímpicas que hoy se realizan en Rio de Janeiro.
En contraste con lo anterior, no se puede pensar que la celebración del Bicentenario del inicio de la gesta independentista en nuestro país haya sido un gran referente mundial y más allá de la saturación —y confusión asociada— del uso de la reiterada denominación en obras públicas, más bien pasó con pena que con gloria, con una Estela de Luz que es emblemática por las malas razones, pues se realizó con poco interés popular, fuera de tiempo y con sospechas de corrupción.
En este orden de ideas y más allá de lo deseable —al menos desde el punto de vista turístico— que cristalice el propósito de llevar a cabo un campeonato mundial de fútbol, por tercera ocasión, en los próximos años en nuestro país estaremos ante la conmemoración de emblemáticos momentos de la historia nacional, que podrían ser un magnífico argumento para atraer la atención de las corrientes turísticas si se articulan las iniciativas adecuadas.
El primer caso, y tal vez con un mayor carácter nacional, es el Centenario de la Constitución que ocurrirá el 5 de febrero del próximo año. En 2010, fuimos incapaces de recuperar la iniciativa de la época del Presidente López Mateos por impulsar la Ruta de la Independencia y, a lo más vimos, por muchas partes unos letreros que en cualquier camino señalaban Ruta 2010 sin que esto se tradujera ni en turistas, ni en el ánimo nacional (que, por cierto, tanto lo necesita). El emblemático aniversario de la Constitución bien podría ser un pretexto para realizar una cívica ‘peregrinación’ por los orígenes de nuestro maltratado pacto social.
El otro gran acontecimiento, para el que hay mucho más tiempo para su planificación, y que tiene un mayor potencial de funcionar como una gran caja de resonancia es el Quinto Centenario ya sea que lo identifiquemos en el inicio de la ruta de Cortés (1519) o con la caída de Tenochtitlán en 1521.
Este es un hito de proporciones mundiales y sería una pena que no pudiéramos sacarle provecho.
Por cierto, el destino y la propia historia darán una segunda oportunidad de tomar ventaja del Bicentenario, pues en 1821 se cumplirán los doscientos años de creación de la nación mexicana. A ver si ahora sí…
Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuacn México.
@fcomadrid