En estos días se ha realizado una edición más de la Feria Internacional de Turismo de España (Fitur) que es, por cierto, una de las más importantes del mundo en su género, con sus cerca de 60,000 m2 de exposición, que dan cabida a la interacción de 9,500 empresas de 165 países. Es claro que el liderazgo español en materia turística encuentra en esta plataforma una buena forma de mostrar músculo.

Debo decir que esto de las ferias turísticas me produce sentimientos encontrados: por un lado, creo que este tipo de actividades constituye un magnífico punto de encuentro para los actores de la industria y, al mismo tiempo, la visibilidad de eventos de esta naturaleza es un camino para atraer la atención mediática sobre una importante industria que no necesariamente hace bien la tarea de comunicar esa relevancia. Por otra parte, y entendiendo que tienen un papel que trasciende la actividad de compra y venta, pienso que en los tiempos actuales las ferias tienen un cierto aire demodé.

De hecho, uno de los aspectos atractivos de Fitur es su permanente intento por reinventarse procurando la realización de acciones alternativas para mantener su vigencia, como por ejemplo con la implementación de espacios temáticos —Fitur Shopping, Fitur salud, Fitur Green o Fiturtech, por mencionar algunos—. Me parece que aquí hay varias lecciones para el Tianguis Turístico, nuestra feria turística por excelencia, aunque hay que recordar que a diferencia del evento español en el que se presentan expositores y compradores de todo el mundo, el Tianguis solo permite la presencia de vendedores nacionales.

Una de las facetas que menos me gusta en las ferias turísticas y particularmente en Fitur, es que además de que el pabellón mexicano es atendido por representantes empresariales que tienen intereses legítimos para comercializar sus productos turísticos y se pagan sus viajes, se dan cita en este evento, año con año, multitud de funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno que viajan a costa del erario y cuya presencia es, las más de las veces, cuestionable. Si bien es entendible —y acaso debe ser su obligación— que el titular de la Secretaría de Turismo y los del Consejo de Promoción Turística de México y Fonatur asistan y tenga una presencia destacada aprovechando las oportunidades de un evento de grandes proporciones, con toda franqueza no comprendo el porqué de la presencia de Semarnat con un “stand”, frecuentemente, desatendido. Entiendo, eso sí, muy bien, por otro lado, la presencia de presidentes municipales o funcionarios de dependencias estatales de turismo como los de Tlaxcala… pues fueron, directamente, a pasear a costa de los presupuestos públicos financiados por los ciudadanos.

En todo caso, con lo que me quedo de esta edición de Fitur es con una presencia más que digna del pabellón mexicano. Creo que en estos temas no me cuezo a la primera, y debo decir que me sorprendió gratamente, tanto la adecuada disposición de los espacios físicos que permitieron funcionalidad en las entrevistas, como la vibrante presencia de elementos atractivos atrás de lo que representa la marca México —evitando, en términos generales las muestras de vernaculismo ramplón—, y muy especialmente el despliegue de tecnología para mostrar un país de importancia turística, con un adecuado toque de modernidad.

En consecuencia, no me sorprende el que este pabellón mexicano haya sido reconocido con el premio del mejor “stand” otorgado por los organizadores de la Feria, cuya decisión se sustenta “atendiendo a los criterios de Profesionalidad (adecuación del stand a las necesidades de comercialización de cada producto); Comunicación/Promoción (identificación del stand con la imagen y el producto) y Diseño (valoración del grado de originalidad e innovación)”.

¡Enhorabuena!

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac México

Twitter: @fcomadrid

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