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Me gustaría decir que toda la inversión extranjera es buena para la industria turística mexicana.
Quisiera decir, también, que encuentro como fórmula generalizada, un compromiso decidido de los grandes actores de la industria turística que opera en el país con la sustentabilidad.
Traigo estos temas a colación ante la aprobación de Semarnat a la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) para la construcción de un nuevo hotel de la cadena Riu en Punta Nizuc, Cancún, luego de haberla negado nueve meses antes; por cierto, no dudaría en imaginar que algunas personas pudieran calificar que esta aprobación tiene un tufillo de sabadazo pues se hizo pública, precisamente, en medio de los festejos decembrinos.
En el anterior Programa de Desarrollo Urbano de Cancún (2005) el proyecto, con las especificaciones de densidad que se han propuesto —530 habitaciones y 16 niveles—, era inviable; la modificación a dicho ordenamiento por la administración actual triplicó la densidad permitida para el predio, dando cabida a las nuevas condiciones señaladas. Vale la pena recordar que el municipio otorgó la licencia de construcción respectiva a pesar de que no se contaba con la MIA; de igual manera, se debe tener en cuenta que un tribunal de Quintana Roo declaró, en noviembre pasado, la suspensión de dicha autorización; esto sucede en el entorno de un recurso de amparo promovido por el Centro Mexicano de Derecho Ambiental contra el Programa de Desarrollo Urbano de Cancún 2014-2030. No es ocioso mencionar que un estudio financiado con recursos públicos señala que la zona en la que se proyecta la construcción del nuevo hotel es una gran fragilidad ecológica.
El grupo Riu es una empresa española, cuyos Consejeros Delegados son los hermanos Carmen y Luis Riu, y cuenta, como afirma en su sitio de internet, con una asociación con el mayor grupo de la industria de viajes del mundo: TUI. Riu tiene una importante presencia en México —cuenta con más de 5,000 habitaciones en operación—, pero su presencia en el país no ha estado exenta de problemas graves y se le percibe como una organización de dudosa reputación.
Como escribe Isela Serrano del periódico Luces de Siglo «Lo mismo en Costa Rica que en México, sobre todo en Cancún, la cadena con sede en Palma de Mallorca ha construido sin permisos ambientales, con violaciones a los límites de construcción, y ha seducido a políticos para recibir beneficios y concesiones que sobrepasan el límite».
En 2003 fue objeto de una multa por parte de la Profepa por 3.5 millones de dólares por diferentes violaciones al marco legal ambiental en la construcción de dos hoteles en Cancún. El caso fue notorio, porque uno de los aspectos que fue violentado fue el límite de alturas que el resto de jugadores de aquel momento había respetado y que era de diez pisos. Es cierto que hubo una multa, es cierto que fue alta, pero las condiciones de competencia quedaron alteradas para siempre, producto del exceso. Por cierto, la altura permitida originalmente por Fonatur en el destino era de siete pisos.
Nuevamente, Riu está en el ojo del huracán y sería muy triste que, una vez más, se salieran con la suya. En el fondo, es esta una discusión que tiene que ver con la sustentabilidad en las tres dimensiones tradicionales: social, económica y ambiental, pero también con un muy importante componente de ética empresarial y respeto, no solo al marco legal, sino a lo que significa México. Al leer en la página de internet de Riu su compromiso con la comunidad local —en donde, por cierto, no hay nada al respeto de cumplir con la legalidad— que señala «Mantener un diálogo permanente con la comunidad local y los agentes sociales para conocer sus necesidades y contribuir a su progreso a través de comportamientos responsables», lo único que se me ocurre es decir ¡Un poquito de por favor, menos cinismo y más acción!
¿Es necesario un proyecto como el que se plantea para asegurar la competitividad del destino? Estoy seguro que no. Como han señalado los dos titulares de la Secretaría de Turismo en la presente administración, queremos aumentar el gasto promedio de los turistas, y la fórmula atrás del proyecto en cuestión busca privilegiar la masificación, en detrimento del valor de nuestra oferta.
Hoy que la sustentabilidad es parte de la Política Nacional Turística y del Programa Sectorial de Turismo; hoy que la Organización de las Naciones Unidas ha declarado el 2017 como el año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, es tiempo de sentar las bases para asegurar un crecimiento ordenando y en apego a lo legal, pero también a lo ético.
Director de la Facultad de Turismo de la Universidad Anáhuac México.
Twitter: @fcomadrid