Hace unos días, se ha dado a conocer la incorporación de veintiocho nuevas localidades dentro del Programa Pueblos Mágicos. Es oportuno tener en mente que esto sucede un año después de que la Secretaría de Turismo redefiniera los lineamientos generales para la incorporación y permanencia en el Programa. De igual manera, se debe recordar que dicha redefinición, en buena medida, fue obligada luego de que en el final de la administración del Presidente Calderón, se diera un relajamiento en la admisión de nuevos participantes y nulo interés en sancionar a aquellas localidades que no cumplieran con las reglas del juego. De esta forma, hoy están vigentes 111 nombramientos de Pueblo Mágico, aunque se anticipa el que antes de que concluya el año, varias localidades sean dadas de baja.

Sin duda esta iniciativa reviste un carácter excepcional en la política turística mexicana, pues no es común que estos programas trasciendan la conclusión de los sexenios, y en caso de hacerlo, mantengan una tendencia de atención creciente. En el caso que nos ocupa, esto pareciera deberse al emblemático carácter que le da a las localidades participantes la marca Pueblos Mágicos como una promesa de venta bien identificada por los mercados y como una bandera política a cosechar por las administraciones locales que, incluso, puede ser más apetecible que la aspiración de recursos presupuestales para obras de infraestructura y equipamiento.

Independientemente de lo anterior, no es una consideración menor el mencionar que, al menos en el conjunto de las localidades incorporadas en el Programa antes de 2010, de acuerdo con las investigaciones realizadas con la debida base científica por el Centro Anáhuac de Investigación Turística, se ha demostrado que el nivel de satisfacción de los turistas con la experiencia vivida es significativamente alto y, de igual modo, los integrantes de las comunidades receptoras reconocen que sus niveles de vida han mejorado como resultado de ser un Pueblo Mágico. También es de destacar que el Programa, al menos en el grupo de localidades ya mencionado, realiza una contribución en la mejora de los Índices de Rezago Social.

No se puede escatimar a la presente Administración, la prudencia que tuvieron al hacer un alto en el camino para revisar los fundamentos del Programa y para formalizar públicamente los criterios de que deben cumplir estos Pueblos Mágicos para ostentarse como tales; sin embargo, sí parecen haberse quedado cortos al definir a los ‘jueces’ que califican el cumplimiento de estos requisitos pues se limitan, únicamente, a actores del ámbito gubernamental. En los tiempos que corren de baja credibilidad de los estamentos públicos, esta iniciativa, que desde su inicio fue definida con un alto ingrediente de participación social —de hecho las localidades deben contar con un Comité de Pueblos Mágico con alta representatividad social—, sonaría más que razonable que en las definiciones de acreditación de las obligaciones, tanto de ingreso, como de permanencia, hubiera una acentuada intervención de actores de la sociedad civil y del ámbito académico o, de plano, el recurrir a esquemas de acreditación de tercera parte.

Otro asunto que amerita una reflexión, es el de tener una mayor precisión en una de las barreras de entrada al Programa, me refiero al tamaño de las localidades. Me queda claro que yo no tengo la capacidad de valorar los méritos turísticos de Orizaba y Atlixco, dos de las localidades de reciente incorporación, que, seguramente, los tendrán. Sin embargo, al tener cada una de ellas más de 120,000 habitantes me queda claro, también que difícilmente podrían considerarse como pueblos.

Finalmente, un aspecto adicional que debe ser analizado es el de cuántos Pueblos Mágicos debe haber. A finales de la década pasada en la Secretaría de Turismo se pensaba que no más de cincuenta, cifra que ha sido ampliamente rebasada. En mi opinión, la pertenencia al Programa es equivalente a la de un Club que demanda el cuidadoso cumplimiento de los requisitos de su constitución y sería mejor que el número fuera más bien limitado, valorando la posibilidad de crear nuevas marcas que agrupen programas que se encontrarían en un proceso de transición para su incorporación de pleno derecho en el Club. En todo caso, lo que parece indiscutible, es que deben estar todos los que cumplan cabalmente con los requisitos.

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac México Norte

Twitter: @fcomadrid

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