El sombrío discurso de toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos esconde claves muy importantes para comprender y tomar providencias ante lo que será su política exterior. En ningún momento mencionó a algún país en particular, fuera de los mismos Estados Unidos. Pero sus mensajes no fueron por ello menos claros y contundentes, incluyendo a México.

La visión del mundo que externó Trump en el discurso más importante de su vida muestra que, a su juicio, la comunidad internacional se ha estado aprovechando, abusando de Estados Unidos. “La matanza de Estados Unidos termina aquí y ahora”, fue la frase clave, la más elocuente, la que será más recordada y repetida. Con esa expresión, el principal promotor de la globalización mostró que no está contento con su propia criatura. El mundo, a su manera de ver, les ha robado empleos, capacidad industrial, prosperidad e influencia. Viniendo del presidente del país más rico y poderoso del mundo, demuestra que la ambición y la inconformidad con la riqueza obtenida es auténticamente ilimitada. El nuevo ocupante de la Casa Blanca probablemente ignora que si todos los habitantes de la Tierra mantuvieran los niveles de consumo de los estadounidenses, se requerirían cinco planetas para sostener tales niveles de vida. Pero esto no es suficiente para el nuevo mandatario.

A mitad de su discurso vino el segundo mensaje clave: “Buscaremos relaciones de amistad y de buena voluntad con las naciones del mundo; pero lo haremos bajo el entendido de que es un derecho de todos los países anteponer sus propios intereses frente a los demás”. Y poco más adelante señaló algo novedoso y aun intrigante: “No buscaremos imponer nuestro estilo de vida sobre nadie, pero esperamos brillar por nuestro ejemplo para que todos los demás lo sigan”. Dicho de otra manera, Estados Unidos tomará las decisiones que mejor le convengan sin medir las consecuencias de sus actos o el daño colateral que puedan acarrear. En clara señal a Rusia, manifiesta que no buscará que su modelo político y económico sea adoptado por otras naciones. Su intención es generar suficiente envidia para ser emulado por todos. Se deja atrás el largo capítulo de la diplomacia estadounidense en que uno de sus pilares fue la internacionalización de la democracia y la libertad como valores supremos y, a cambio, establece e incluso recomienda que cada país vele por sus intereses como mejor le plazca. Su objetivo primordial es que nadie critique a Estados Unidos cuando haga valer sus posiciones. Como diríamos en México, de ahora en adelante, cada quien para su santo y que cada quien se las arregle como pueda.

Así las cosas, en la relación con México de poco valdrán los argumentos de que formamos parte del mismo vecindario, de que la seguridad regional es un activo común, que el TLCAN genera beneficios para todos o, más lejos aun, que la interdicción de drogas que realiza nuestro país sea algo reconocido y valorado por Estados Unidos. El mensaje de Trump es que EU no requiere de la colaboración de nadie y que en adelante resolverán todos sus problemas y alcanzarán todas sus metas de manera autárquica, en completo aislamiento. No queda claro si pretenden hacer todo eso sin pedir nada a cambio o más bien, si el nuevo esquema de “America First” implicará la imposición de condiciones y el ejercicio descarnado del poder. Me temo que será lo segundo.

La aplicación práctica de los principios de política exterior de Trump implicaría que ya no se van a ocupar de combatir las dictaduras, preocuparse por la forma de gobierno que adopten los chinos, los rusos o los sirios. Dejarían, supuestamente, de criticar a regímenes que violen los derechos humanos o que mantengan sistemas autoritarios. Mientras que nadie cuestione o rivalice con la intención de Estados Unidos de impulsar sus intereses, los dejarán en paz. En apariencia, quedan atrás los días en que les interesaba eliminar a Saddam Hussein, al comunismo cubano o a los ayatolas iraníes. Les importará poco el sistema de gobierno que ejerce Corea del Norte, mientras que su programa nuclear no amenace a Estados Unidos.

No importará si la actitud de Kim Jong-un inquieta a Japón o a Corea del Sur. Ellos deben ocuparse de sus propios retos. Lo mismo sucederá con los países bálticos, en caso de que se sientan amenazados por el expansionismo ruso. Que sean los europeos quienes se hagan cargo.

En este nuevo mundo que ha pintado Donald Trump, la construcción del muro fronterizo con México es una minucia, lo mismo que transformar a modo o cancelar de plano el Tratado de Libre Comercio. Mucho menos le van a consultar a nadie qué hacer con todos aquellos ilegales que viven y trabajan en su país. Que México se haga cargo de los suyos (no le falta razón en eso), nosotros ya veremos cómo sustituimos esa mano de obra.

La delegación mexicana que iniciará conversaciones con la administración Trump recordará a los viajeros del espacio que se aventuran a conocer otros mundos en las novelas de ciencia ficción. La ventaja de nuestros astronautas es que en plazo muy breve podrán enterarse si existe margen para el entendimiento y la cooperación o si cada quien debe abordar su nave y regresar a ocuparse de su planeta.

Internacionalista

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