El portero argentino Agustín Marchesín es jugador del América. Este anuncio fue hecho por la directiva de Santos Laguna el viernes pasado en sus redes sociales, al tiempo que confirmaba también la llegada del paraguayo Oswaldo Martínez y el mexicano-estadounidense Ventura Alvarado.
La noticia generó sorpresa a todos. En la comarca lagunera no podían creer que su arquero estelar fuera transferido a un odiado rival deportivo.
Moisés Muñoz, portero del América, la recibió con resignación y dejó en suspenso su futuro con el equipo capitalino en tanto que Marchesín tuvo que tragarse sus propias palabras dichas en abril de este año cuando declaró que no jugaría en el América porque no era un equipo de lucha.
La directiva del América también recibió con asombro y estupor dicha información y aunque al principio la negó rotundamente, al final tuvo que reconocer que ya era un hecho consumado.
¿Qué pasó? ¿La directiva de Santos no cumplió con los principios de confidencialidad que se establecen en estos casos? ¿Alguien olvidó este importante rubro? No lo sabemos, pero lo cierto es que el anuncio generó molestias, inconformidades, hasta enojos, e incertidumbre entre las partes involucradas.
No es la primera vez que esto le sucede al América. Hace dos años, previo a la final que le ganó a Tigres, sucedió algo similar con la anticipada contratación de Gustavo Matosas para ocupar la dirección técnica y la salida de Jesús Molina y “Quick” Mendoza, coincidentemente, al equipo lagunero. El hecho no le afectó en lo futbolístico y ganó con autoridad y brillantez el título de liga. Pero, evidentemente, las formas no fueron las adecuadas.
Hace bien el equipo americanista en planear con anticipación su futuro y contratar jugadores, pero cuando los tiempos no cuadran y se adelantan las noticias, no sólo provoca sorpresas sino, más que eso, situaciones desagradables y problemas donde debe prevalecer la armonía.
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