Los Tigres despertaron de su ayuno de goles y no solamente vencieron al América de manera categórica y contundente, con un marcador de 3-0 que no dejó dudas de su superioridad, sino que además le dieron una lección de cómo se debe jugar de visitante para ganar, con solidez en todas sus líneas, paciencia, disciplina, excelente manejo de partido y contundencia.
Los regiomontanos “bajaron de su nube” a los americanistas que cayeron en inconsistencias en su juego, intermitente e irregular, con pocas ideas y claridad en el ataque y falta de contundencia, cuando se acercaron al arco de Nahuel Guzmán. Simultáneamente, entre dudas, titubeos y errores en la zaga que terminaron por desmoronar al equipo dirigido por Ignacio Ambriz.
Además, la indisciplina volvió a cobrarle factura al cuadro capitalino, ahora fue el ecuatoriano Renato Ibarra quien se hizo expulsar tontamente por un codazo al defensa Juninho al final de la primera parte, hecho que le costó muy caro.
Si en sus dos primeros partidos el América lució y convenció para ganar, ahora jugó bien a ratos nada más, dejó dudas y estuvo lejos del nivel mostrado en sus triunfos iniciales. El deseo legítimo de hacer una temporada histórica en el semestre de su centenario, quedó en esta ocasión en eso solamente, pues su actuación del sábado en el Azteca fue gris y por momentos, decepcionante.
En contraste, los Tigres cambiaron radicalmente su desempeño, mostraron la solidez defensiva que les caracteriza, tuvieron en la posesión del balón su mejor argumento para nulificar al rival, generaron futbol ofensivo, fueron certeros y contundentes para realizar su mejor partido en el naciente torneo.
Con la capacidad y explosividad de su poderoso ataque, liquidaron claramente al América3-0, con golazos incluidos de Javier Aquino y André-Pierre Gignac. Sí, desde luego, la escuadra dirigida por el “Tuca” Ferretti volvió a exhibir todo su potencial ofensivo, así como estabilidad, solvencia y equilibrio en todas sus líneas.
El 3-0 a favor es, simplemente, el justo premio por saber aprovechar las debilidades y errores de su oponente y plasmar en la cancha sus mejores fortalezas y virtudes. La derrota del América podría interpretarse como una mala noche solamente, en cambio, la goliza de 4-0 que recibieron las Chivas frente a Tijuana parece tener todos los factores para preocupar a su director técnico, directivos y seguidores, porque los Xolos arrollaron a los tapatíos, los superaron de principio a fin y el marcador pudo ser de mayores dimensiones.
El Guadalajara jugó muy mal, sin idea, errático, inseguro, desconfiado, desordenado, sin capacidad combativa y carente de reacción. Fue la peor versión de equipo en toda la gestión del argentino Matías Almeyda, al punto de la decepción. Se puede ganar o perder, pero cuentan mucho las formas y las Chivas jugaron con apatía, sin alma ni coraje.
Si consideramos la pobre actuación en la Copa, con cuadro suplente y derrota en casa 1-4 ante Chiapas, las luces de alerta comienzan a encenderse para el equipo más mexicano en una Liga cada día menos MX.
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