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El paro que realizaron los árbitros del futbol mexicano el pasado fin de semana confirma que los silbantes están muy unidos y que han alcanzado tal poder, que no sólo pudieron quitar a su dirigente Edgardo Codesal, el pasado 10 de enero, sino que también tienen la fuerza para interrumpir la Liga MX, como ha sucedido ahora, con las consecuencias deportivas, económicas y de imagen que esto significa.
Da la impresión que no van a ceder y que si no se sanciona con un año de suspensión, como ellos exigen, a Enrique Triverio, del Toluca, y a Pablo Aguilar, del América, mantendrán su postura.
Si el castigo que impuso la Comisión Disciplinaria a los citados futbolistas es justo o no, es discutible. En el análisis, hay elementos para marcar como intento de agresión ambas acciones, porque en realidad no hay un golpe, un impacto contundente, al árbitro en turno, pero siendo muy estrictos, ambas acciones también se pueden considerar como agresiones, porque el acercamiento retador y airado de los jugadores a los silbantes es evidente, hasta sentir su respiración. Sin embargo, creemos que las reprobables actitudes de Triverio y Aguilar no son flagrantes agresiones, pero sí, claro está, actitudes merecedoras de castigo.
En la fecha 7 del presente torneo, al final del partido entre Pumas y Tijuana, Matías Britos hizo lo mismo que sus colegas Triverio y Aguilar al reclamarle al árbitro Marco Antonio Ortiz. La acción no fue reportada por el silbante y pasó desapercibida en los medios. Ahí está el video que lo confirma.
Particularmente, creemos que los castigos fueron justos y ejemplares: ocho encuentros para el argentino de los Diablos Rojos y 10 para el paraguayo de las Águilas, éste último, el más severo en la Liga, desde 1998. Pero, para el gremio arbitral, las sanciones son blandas y se produjo el paro, lo que también demuestra la incapacidad de Héctor González Iñárritu, titular de la Comisión de Arbitraje, para prevenir el problema y la falta de visión de Enrique Bonilla, presidente de la Liga, para siquiera imaginar que podía suceder.
Hasta el más ingenuo podía sospechar una reacción así de los árbitros. Comienzo de la décima jornada en viernes, Veracruz contra Puebla, partido a puerta cerrada, polémica por los casos ya referidos, el creciente poder y los privilegios de un selecto grupo de árbitros que ganan mucho dinero por sus reiteradas designaciones y ellos son quienes controlan a esta anárquica Comisión, sumergida en la polémica y la controversia desde hace más de una década.
Este es el peor momento del arbitraje mexicano en varias décadas. Y los directivos se rehúsan a darse cuenta.
González Iñárritu, el comodín y mil usos del futbol mexicano, no posee argumentos ni autoridad para resolver este problema y por eso ha tenido que intervenir Decio de María Serrano, presidente de la Femexfut, al comprobar que Enrique Bonilla, mandamás de la Liga, tampoco podrá resolver la crisis.
Y el poder de los árbitros sigue en aumento. Harían muy bien los dueños de los clubes en pedir cuentas claras y exigir cambios. La incapacidad e ineptitud son graves. Hay que hacer lo que corresponda, el asunto lo amerita.
ecamarenar@tdnsports.com