Portugal superó todas las adversidades que se pueden presentar en una final: ser visitante ante el anfitrión Francia, no ser favorito, con sólo un triunfo en todo el torneo, entre dudas, incertidumbre y los fantasmas del pasado de no haber conseguido nada en el futbol. A los siete minutos, Payet chocó accidentalmente con Cristiano Ronaldo al disputar el balón, se golpean las rodillas, la derecha del galo y la siniestra del luso, el impacto fue muy fuerte, el astro portugués hace todos los intentos por seguir en el juego, pero ni su carácter y temple de ganador ni la ayuda del médico se lo permitieron y tuvo que salir seriamente lesionado, entre lágrimas de rabia, coraje y dignidad. Un infortunio más, la mayor desgracia, perdió a su líder y mayor referente.
El panorama presagiaba un cataclismo, una hecatombe para los portugueses. Cristiano había tocado el balón solamente ocho veces. Su intempestiva salida tocó el corazón de sus compañeros, el seleccionado lusitano se fortaleció minuto a minuto, fue solidario, peleó en cada palmo de terreno, sólido en la defensiva, con Pepe como el líder de la zaga y el portero Rui Patricio inspirado, invencible; tuvo efectividad en la recuperación del balón, fue un conjunto ordenado, concentrado y comenzó a ganar en confianza y fue creciendo hasta encontrar la contundencia del relevo Eder a los 109 minutos, en tiempo extra, para vencer a Lloris con certero disparo con la diestra, rasante y potente, que entró pegado al poste derecho.
Portugal es merecedor del título porque nunca claudicó ante tales circunstancias adversas. La ausencia de Cristiano Ronaldo fue la motivación del equipo dirigido por Fernando Santos, el estratega que logró armar y solidificar un conjunto homogéneo en el que las individualidades se sumaron en pro de la colectividad, para obtener el trofeo más importante en la historia del balompié luso.
La selección portuguesa mostró cómo se debe jugar en equipo, cómo alcanzar equilibrio en todas sus líneas, distribuirse en la cancha, con esfuerzos parejos y compartidos. Todos lucharon y trabajaron con ahínco, mostraron su talento, temple y mentalidad ganadora. El arquero Rui Patricio estuvo fenomenal; Cédric y Guerreiro lucieron en los costados, Pepe y Fonte fueron una muralla insalvable en la central; Carvalho, Silva, Joao Mario y Renato fueron generosos en el esfuerzo para correr por toda la cancha y tuvieron talento para generar juego ofensivo; Nani y Quaresma fueron un peligro constante, Moutinho y Eder los mejores relevos para mantener estabilidad y marcar diferencia.
El llanto de rabia, tristeza, decepción y amor propio de “CR7” al momento de su salida se transformó en lágrimas de alegría, orgullo y satisfacción por el título conquistado. La selección de Portugal es un gran equipo, digno campeón de Europa.
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