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Me enteré, con preocupación, que el actor, productor y comediante Jorge Ortiz de Pinedo y su hijo fueron agredidos por aficionados al salir del estadio Azul, en donde unos minutos antes, su equipo, el Necaxa, había derrotado a La Máquina Celeste en las semifinales de la Copa MX.
Esta triste situación debe movernos a la reflexión para concientizar a propios y extraños de que un partido de futbol no es la guerra, que a veces se gana y otras se pierde, pero que el único fin verdadero es proporcionarnos solaz esparcimiento.
No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo, estimados lectores de El Gran Diario de México, pero he de platicarles que, desde el momento en que nos enteramos mi vástago y yo, de cómo quedó el sorteo para la Copa Libertadores 2016, de inmediato hicimos planes para asistir a todos y cada uno de los partidos que nuestros Pumas, nuestros queridísimos Pumas, disputarán como locales. Mientras que los que jugarán de visitantes los disfrutaríamos en ‘El Barnabéu’, céntrico lugar muy futbolero, propiedad de mi compadre querido José Fidel Martínez Arias (ex árbitro profesional) que expende bebidas espirituosas que pueden (o que deben) ser acompañadas por unas suculentas “tapas”…, y así fue.
En virtud de que somos socios del Club Terranova, que se ubica en Eje 10, a unos mil 500 metros del estadio, ahí dejamos el coche. Luego de una breve caminata nos dirigimos a la taquilla, la cual hemos encontrado cerrada (las 3 veces). Pero ahí están los revendedores que comercializan los boletos que les dan de cortesía a los miembros de la comunidad universitaria. Negociamos y luego de un riguroso cateo (que incluye “9, copita de nieve” y que no puedes ingresar con cinturón) pa´ dentro.
Sentir cómo se estremece la piel entonando, junto a 50 mil gargantas, el himno universitario, no tiene parangón, sobre todo al echar el “goya” con el que culmina. No podía faltar al entrar al baño el ya tradicional tufo a petate quemado, que indica inequívocamente, que alguien ya se echó un toque; sin embargo, están limpios en lo que cabe.
Debido a que, en un ambiente de primera, los universitarios se alzaron con la victoria en forma contundente en los tres partidos, pero sobre todo por “el pequeño gigante hombre” que me acompañaba, con quien me abracé eufórico luego de cada gol, créanme cuando les digo que asistir al estadio Olímpico Universitario... fue una experiencia religiosa.
ebrizio@hotmail.com