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“México ha perdido mucho tiempo buscando culpables (para los problemas que enfrenta el país) cuando lo que resuelve problemas es que todos se hagan responsables de enfrentarlos”. Miguel Alemán Velasco, al inaugurar el foro Cumbre de Negocios en Guadalajara el pasado domingo.
¿Qué acaso nuestro problema no es que nunca hay culpables de los problemas que enfrentamos? A todos los niveles: los homicidios quedan (la inmensa mayoría) impunes, los ladrones se salen con la suya, los desfalcadores se pavonean. Vivimos en una sociedad en que lo excepcional es que alguien, con nombre y apellido, pague por cometer una falta que ha dañado a la comunidad. Lo mismo va para los grandes crímenes y robos que para las ineficiencias nuestras de cada día. Desde la fuga del Chapo hasta los errores en la construcción de la Línea 12 del Metro o los baches en las calles, o las obras inconclusas, los cálculos mal hechos, los retrasos costosísimos: perdemos mucho tiempo no encontrando culpables o responsables.
Esta dilución de la responsabilidad es la que termina por hacer que: “el estado de Coahuila se haya endeudado” y no que “Humberto Moreira contrajo deuda de manera ilegal en Coahuila”, o que repartir notarías entre sus colaboradores más cercanos horas antes de dejar la gubernatura sea para Salvador Jara parte de “una tradición” en Michoacán. O que los adeudos con proveedores y beneficiarios de programas sociales en Veracruz sea “un simple problema de flujo de caja” del gobierno de Javier Duarte (que está a punto de llevar a la quiebra a empresas y negocios). Detrás de todos estos eufemismos se esconden acciones u omisiones cometidas por personas con nombre y apellido que forman parte de los problemas que enfrentamos.
Hay un dejo aristocrático en la frase de Miguel Alemán, porque está dicha por un gran beneficiario de la cultura de la impunidad y porque revela cierta impaciencia con los que están duro y dale con que no se sigan saliendo con la suya los que (entre otras cosas) nos meten (o han metido) en problemas. Y estamos hablando de responsabilidades penales, administrativas, pero también políticas. Se trata de construir una cultura de la responsabilidad y no de que todos carguemos con la responsabilidad de unos cuantos.
Al respecto, no ayuda a construir esa cultura de la responsabilidad que cuando cada quien asume su parte y actúa en consecuencia el buen desenlace sea atribuido a la fe, como hizo el Presidente al referirse al huracán Patricia: “De lo que yo estoy cierto, es que ante el embate de este huracán (...) cerramos filas generando una gran energía positiva, hubo para quienes son creyentes cadena de oración, rezos, llamados. Yo creo que en buena medida el tener un saldo blanco ante el impacto de este huracán se debe en mucho a la fe del pueblo de México”.