Este domingo se toreó en la Plaza México un novillo llamado “Goberladrón”, dedicado a Rubén Moreira, priísta gobernador de Coahuila, quien prohibió las corridas de toros en su estado.
La dinastía Moreira ha establecido una monarcracia (monarquía disfrazada de democracia) en Coahuila, en donde los integrantes de la familia se reparten el poder: Humberto fue gobernador, Rubén lo sucedió en el cargo y aunque luego peleó con él sigue tapando sus escándalos financieros y acumulando los propios, Carlos es el del SNTE, Álvaro está en el PRI…
Resulta sospechoso que ante gobiernos con tan poco prestigio la oposición no haya sido capaz de articular un movimiento que los derrote. Estas sospechas se avivan cuando se analizan algunas de las figuras rivales al clan Moreira:
Por ejemplo Armando Guadiana Tijerina, ex priísta que se encumbró cuando el gobernador era su padrino Eliseo Mendoza Berrueto, a quien le debe haberse convertido en un poderoso industrial carbonífero. Hace tres años fue investigado por la PGR por presunto lavado de dinero. La acusación no prosperó pero dejó tufo en este hombre que es también patrón del negocio taurino.
Guadiana lleva años desafiando a los Moreira: porque lo arrasaron dentro del PRI, porque no se arreglan con las compras gubernamentales de carbón, porque impugnó a Moreira I (Humberto, en el autoexilio político tras las acusaciones de peculado en su contra) cuando era dirigente nacional…
Y cada vez que Guadiana les ponía una puya, los Moreira respondían con la misma vara: amenazaban con prohibir las corridas de toros. Esta faena repetitiva la atestiguaron por años los coahuilenses.
Esta vez no fue puya. Fue estocada.
Guadiana amagó con lanzarse por la vía independiente a la gubernatura del estado como lo hizo con éxito Jaime Rodríguez El Bronco en Nuevo León. Rubén Moreira le respondió promulgando una ley que veta la fiesta brava en uno de los estados con mayor tradición torera de México.
La ley no fue precedida por ningún movimiento antitaurino. Acaso los grupos de este corte se montaron después de presentada la iniciativa. En su obsesión que no admite matices ni razonamientos (todo fundamentalismo causa alarma), no les importó aliarse con una de las más lamentables expresiones de la política mexicana: la monarcracia Moreira. Victoria pírrica la suya.
Porque en realidad a los Moreira no lo mueve ninguna convicción ecologista. Incluso Humberto inauguró en su sexenio el Museo Cultura Taurina y Rubén descarriló una ley para prohibir las peleas de gallos. No es motor de Rubén el repudio a un espectáculo sangriento ni la supuesta defensa de los animales. Lo suyo es mansedumbre, miedo al Bronco.
Y le tiene sin cuidado si en el camino le da la puntilla a una expresión artística, controversial sí, pero inequívocamente artística que ha sido inspiración de grandes mentes de la arquitectura, música, pintura, escultura, literatura…
Luto para la fiesta brava cuando es víctima de duelos de poder entre personajes deleznables.
SACIAMORBOS. Moreira II no prohibió la cacería, las peleas de gallos, la charrería. Es que ahí no hay Bronco.
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